domingo, 24 de mayo de 2015

Un párrafo breve sobre elecciones, Mayo 24 '15

Red por la Rendición de Cuentas
Boletín Semanal
Semana del 11 al 17 de mayo.

La política del escándalo y la descalificación han venido a colmar el hastío ciudadano y sin embargo, como Edgar Morín lo ha señalado, un sistema que no tiene los medios para procesar sus problemas está condenado o a la muerte (regresión) o a la metamorfosis. Resistiéndose a la muerte, tal vez, después de la elección, se pueda  avanzar hacia “una política de la civilización” la cual requiere restaurar los lazos de solidaridad social, propuestas concretas para mejorar la calidad de vida pero sobre todo, caminar hacia una refundación ética para que sociedad y gobierno fomenten el círculo virtuoso del actuar responsable.



Mensaje de Papa Francisco por la beatificacion de Mons. Oscar Arnulfo Romero; 23 de mayo del 2015

Excmo. Mons. José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador

Querido Hermano:
La beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo.
El Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus necesidades. Él ve la opresión, oye los gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que «mana leche y miel» (cf. Ex 3, 7-8). Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo, sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño (cf. Jer 3, 15).
En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor. En tiempos de difícil convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas.
En este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos, damos gracias a Dios porque concedió al Obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obrar un ejercicio pleno de caridad cristiana.
La voz del nuevo Beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad.
Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a «la violencia de la espada, la del odio», y vivir «la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros». Él supo ver y experimento en su propia carne «el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás». Y, con corazón de padre, se preocupó de «las mayorías pobres», pidiendo a los poderosos que convirtiesen «las armas en hoces para el trabajo».
Quienes tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno.
Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo.
Querido hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que imparto la Bendición Apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a la celebración del nuevo Beato.
Fraternamente,
Francisco.


RECIBID EL ESPÍRITU; José Antonio Pagola, May 24 '15

Poco a poco, vamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de pan. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven Espíritu Santo y libéranos del vacío interior.
Ya sabemos vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven Espíritu Santo y libéranos de la desorientación.
Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. ¿Por qué no encontramos sosiego y paz? ¿Por qué nos visita tanto la tristeza? Ven Espíritu Santo y libéranos de la oscuridad interior.
Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven Espíritu Santo y enséñanos a vivir.
Queremos ser libres e independientes, y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo le llamamos "amor" y al placer "felicidad", pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven Espíritu Santo y enséñanos a amar.
En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer.
Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos todos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos exhalando sobre ellos su aliento: "Recibid el Espíritu Santo". Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros por caminos que solo él conoce.


Pentecostés; Mayo 24 del 2015

Hechos 21-11; Salmo 103; 1ª Corintios 123-7. 12-13; Juan 2019-23

El Señor Jesús ha terminado su Misión; y ahora se abre el compás de la Iglesia, el espacio para la Comunidad de seguidores de Jesús que tendrá que seguir con el Proyecto del Reino. La presencia de Jesús se transformará radicalmente. De manera diferente, pero Él seguirá estando con “sus amigos”, como cuando se le aparece a Pablo y le provoca la conversión.
Esa es la fuente de alegría, entusiasmo y valor que les hará a los 11 salir de su encierro y asumir personal y valientemente el mandato de su Maestro de “ir y predicar a todo el mundo”. Definitivamente, el haber experimentado que su Maestro estaba vivo es lo que arranca de raíz la desesperanza y el sinsentido de los discípulos. Para ellos, todo había acabado; el gran sueño que Jesús había despertado en ellos, había muerto en la cruz; seguir, no tenía sentido: ¿para qué o por qué?
Pero de pronto, la presencia de “su Señor” en el Cenáculo, donde estaban “encerrados por miedo a los judíos”, los transforma; los transforma y les regresa el ánimo y el valor para continuar con el envío de Jesús. ¿Por qué? Porque “el resucitado” es el mismo que “el crucificado”: “les mostró las manos y el costado”. Las llagas producidas por su muerte en la cruz, se convierten ahora en el testimonio de que “es el mismo” y “él mismo”. No es otro; el mismo que convivió con ellos, que les enseñó “los misterios del Reino”, que los amó hasta el extremo de dar su vida por ellos y que así murió ante sus ojos en cruz, ahora de nuevo, está con ellos. Pasó por la muerte sin que ésta pudiera retenerlo, como dice la Carta a los Hebreos, como un rayo de luz que pasa a través del cristal sin destruirse.
Para ellos, esa presencia igual aunque diferente de Jesús, era la prueba absoluta de que la muerte ya no tenía poder sobre la vida; de que la resurrección de Jesús era el anticipo de la de ellos. “Ni la muerte –como dirá San Pablo- puede arrancarnos del amor de Dios”. Por eso les regresa la paz, el gozo, el entusiasmo, el valor que los hará salir de su encierro y entregarse sin temor, apasionadamente, al proyecto del Reino.
Sin embargo, todo lo anterior no bastaba. Jesús tiene la delicadez de “dejarles su Espíritu”; es decir, de heredarles al Espíritu Santo. Sin dejar de tener una presencia diferente pero real con sus amigos –quienes no se cansarán de predicarlo a Él-, ahora el Espíritu les enseñará, los guiará, los acompañará en la tarea cuya única responsabilidad será de ellos: el construir la comunidad de seguidores de Jesús.
De ahí la nueva fuerza que los acompañará: primero, la experiencia de “haber visto de nuevo a su Señor, resucitado”; y, segundo, el recibir al Espíritu Santo como “fuego” que les hará superar cualquier dificultad, asumir cualquier riesgo y entregarse incansablemente a la misión, hasta la muerte. Nada ya los detiene, ni los detendrá.
Por su parte, los Hechos de los Apóstoles nos transmiten ya la línea que habrá de seguir la Primitiva comunidad Cristiana. Reconstituidos como apóstoles con toda la fortaleza que el Resucitado les comunicó, el Espíritu –como su primera acción- les hace ver, de una manera extraordinariamente plástica, que el Mensaje de Salvación es para toda la humanidad; ya no sólo para los judíos. Éste es el sentido profundo del “hablar en lenguas”, cuya importancia no estriba en que los apóstoles hayan aprendido milagrosamente muchos idiomas, sino en que el mensaje de salvación es para todos; que está llegando a todos y para todos se ha hecho comprensible.
Finalmente, todo este proyecto se hará realidad si –como dice Pablo en la 2ª lectura- cada uno pone el don que el Espíritu le ha comunicado, para la construcción del “bien común”, constituyéndose como un solo cuerpo: distintos miembros pero un solo cuerpo cuya cabeza es Jesús. Y es justo el testimonio que nos transmitirán también los primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles: vivían en común, se juntaban a la fracción del pan, daban lo que les sobraba para que a nadie le faltara nada, centrados en la presencia de Jesús bajo la acción del Espíritu. La “comunidad” será el signo distintivo de ese puñado de apóstoles, amalgamada por el amor como único mandamiento de su Señor.
Esa es la realidad que permanecerá en la Primitiva comunidad cristiana. La fuerza del Espíritu se manifestaba en los discípulos y con grandes signos anunciaban el Reino.
Pentecostés, por tanto, es la consolidación del Proyecto de Jesús y el despliegue de esa pequeña iglesia primitiva, de esa comunidad de seguidores del Resucitado que llegará a todos los rincones de la tierra.

Pidamos para que ese Espíritu de Jesús nos siga acompañando en el anuncio y construcción del Reino.

domingo, 17 de mayo de 2015

Ascensión del Señor; Enero 11 del 2015

Hechos 11-11; Salmo 46; Efesios 41-13; Marcos 1615-20

La Ascensión del Señor es uno de los momentos más trascendentes de la historia del Cristianismo, lleno de gran densidad teológica. Muchas reflexiones pueden hacerse en torno a este hecho y quedará siempre abierto al misterio.
Con la partida del Señor Jesús se cierra el ciclo de su vida y Él concluye su misión. Descendió a la tierra, bajó hasta lo más profundo de la existencia humana con su muerte; y con su resurrección vuelve al Padre, dejando el lugar y el siguiente momento de la historia del cristianismo, al Espíritu.
Jesús nos abrió al Reino, al contenido más fundamental de la historia de salvación y, en él, Jesús se manifestó como la “piedra angular”. Ese es el famoso “kerigma”: el contenido fundamental del anuncio de Jesús, de su mensaje. Él vino para comunicarnos los “misterios del Reino”, lo que el Padre le dijo, el mensaje fundamental para que el hombre pudiera “tener vida en abundancia”. Fue así como Jesús se convirtió en la “revelación del Padre”: “el que me ama a mí, ama al Padre; el que me conoce a mí, conoce al Padre”.
De ahí que el papel fundamental de Jesús fue anunciarnos aquello que era clave, esencial, para que el ser humano pudiera descubrir “el camino, la verdad y la vida”; para que no se distrajera y pusiera su corazón en cosas que no valen la pena, en tesoros que se come la polilla, en aparentes felicidades que sólo llevan a la muerte… Jesús fue “la palabra del Padre”; fue la forma como Dios ideó comunicarnos el sentido de la vida, lo más esencial de nuestra existencia.
Un mensaje sumamente simple, sencillo; pero que muchas veces, por nuestra ceguera del corazón, no lo vemos. Mensaje sencillo, pero a la vez totalmente original y distinto a cualquier otro de los múltiples mensajes de liberación que los líderes, a través de la historia, han pregonado. La novedad del cristianismo está en que Jesús y el Reino están vinculados de tal forma que uno no se entiende ni se puede realizar sin el otro. Jesús, como líder, no se puede separar del Reino; y el Reino, como propuesta de “nueva humanidad”, no tiene sentido sin Jesús. Por eso, ante la muerte del “Maestro” en la cruz, los discípulos huyen y en ellos también muere la posibilidad de seguir alguna causa. La Causa sin Jesús, no tiene sentido; y Jesús sin la causa, tampoco.
De ahí que los discípulos se convierten en “testigos” de la Resurrección. Es el primer mandato que experimentan: irán por todos los rincones de la tierra anunciando el “misterio pascual”: “el mismo que Uds. crucificaron es el mismo que el Padre resucitó”. Y ésta es la primera misión que Jesús les encomienda: ser testigos de la resurrección; misión fundamental, condición del anuncio del Reino, pues si Jesús no hubiera resucitado, como dice San Pablo, “vana sería nuestra fe”. El cristianismo está fundado sobre la piedra angular de Jesús muerto y resucitado. Sin esta realidad, sin este anuncio, no hay causa, no hay nada que hacer. Jesús es el corazón del Reino. Por eso –como dice Lucas en la Primera Lectura- “les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios”. Sin esta experiencia, nada de Jesús tendría sentido.
Pero sólo ser testigos de la resurrección de Jesús, tampoco basta. El que Jesús viva, significa que su causa no sólo sigue, sino que es el complemento inseparable de la resurrección de Jesús. Es decir, si Jesús sigue vivo, entonces el Reino está entre nosotros y cada uno es responsable de hacerlo visible. Es el mensaje de Pablo: cada uno hemos recibido una gracia particular, para que “desempeñando debidamente nuestra tarea, construyamos el cuerpo de Cristo…, hasta que lleguemos a ser hombres perfectos que alcancemos en todas las dimensiones la plenitud de Cristo”. Esto es justo “la nueva humanidad” que implica el Reino. Un grupo como la primitiva comunidad cristiana en la que todos compartían lo que tenían, en la que nadie pasaba hambre y se juntaban a la fracción del pan y a la oración.
Continuar, entonces, la misión de Jesús significa mostrar a la humanidad entera, con hechos y palabras, que en la historia se dio una posibilidad inédita que abre una nueva esperanza indestructible en Jesús, al haber vencido a la muerte e implantar la única manera de vivir que vale la pena y realiza el sentido pleno del hombre: amándonos hasta entregar la vida por el otro. Amor del Reino que supone liberación, igualdad, fraternidad, justicia, respeto, comunidad, etc., etc.
Jesús cumplió su misión. Él no seguirá paternalistamente haciendo las cosas que nosotros podemos hacer. Él nos ha dado la “potestad” para seguir “construyendo Reino” desde el testimonio de la Resurrección del maestro. Sube al cielo, y ahora nos toca nosotros asumir responsablemente la misión que Él nos ha confiado.
Al irse, dejamos de ser discípulos y nos convertimos en apóstoles; aunque no quedamos solos. Está la promesa de que Jesús nos acompañará hasta el final de la historia, aunque de forma diferente, y de que el Espíritu Santo será ahora el actor principal en la construcción de esa nueva comunidad de creyentes. El Espíritu guiará a la Iglesia; inspirará a los cristianos; seguirá instruyendo a la comunidad; pero no tomará el papel que cada uno de nosotros tenemos que desempeñar. Es ahora el tiempo de la Iglesia; nuestro tiempo; el mensaje de salvación, el Reino, está en nuestras manos. “La moneda está en el aire” y cada uno tiene que decidir de qué lado quiere que caiga.


domingo, 10 de mayo de 2015

"Jesús Nazareno", por José Ignacio González Faus; 1 de abril del 2015

Hace 70 años, desde una cárcel de Hitler, en momentos de desesperación tras el holocausto y años en guerra, uno de los grandes profetas de nuestro futuro, escribió que hay una razón para seguir amando a esta tierra sin desesperar: y es que ha producido a Jesús de Nazaret. Parecerá una afirmación exagerada, pero sorprende por venir de alguien tan sobrio y contenido como D. Bonhoeffer. ¿Quién era pues ese tal Jesús?
De los primeros testigos de su paso por la tierra quedan dos rápidas pinceladas: “no buscó su propio interés”; “pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos”. De quienes recogieron recuerdos de su vida y los sistematizaron en forma de biografías-invitaciones a la fe, podemos destacar algunos rasgos:
Procedía de un pueblo pequeño casi desconocido. No tuvo estudios especiales, trabajó durante años en cosas de albañilería. Un buen día comenzó a recorrer su tierra anunciando que es posible otro mundo si nos decidimos a mirar a Dios con una palabra que, a la vez, denota el máximo de familiaridad y cercanía, pero también la imposibilidad de disponer de Él: pues, llámesele padre o madre, lo es de todos, no sólo mío. Otro de sus biógrafos presenta como programa de su vida unas palabras del profeta Isaías: “el Espíritu de Dios está sobre mí… para anunciar una buena noticia a los pobres y liberación a los oprimidos”.
En consonancia con este programa, solía comer públicamente con “gentes de malvivir”, desafiando una costumbre de su época de públicos banquetes ostentosos de las clases altas. Se le conoce amistad y cercanía con algunas prostitutas, a las que liberó de su esclavitud, pero de las que decía que estaban más cerca de Dios que sus oyentes. Defendió a las mujeres, rechazando el derecho al repudio que se atribuían los hombres de su época, y abriendo a la mujer el estudio de la “Ley de Dios”, que su sociedad reservaba a solos los machos.
Fue también un terapeuta innegable, pero provocativo: parece que prefería curar en días “de precepto”, como si quisiera mostrar que los enfermos tienen derecho a no esperar más, porque su salud es más importante que la guarda de preceptos cúlticos. Una de las expresiones que más se dicen de él es que “se le conmovieron las entrañas”.
Junto a esa práctica de misericordia tenía a veces un lenguaje duro y provocativo: enseñaba a no llamar a nadie padre ni señor: porque los hombres (aunque tengamos funciones diversas) somos todos hijos de un mismo Padre y tenemos un único Señor que es Dios. Armó una escandalera en el “vaticano” de su época, alegando que el culto a Dios no debe ser ocasión de comercio. Su visión de los hombres cabe en una palabra que sólo se ha conservado en sus labios: hipócritas (aunque esa acusación la dirigió sobre todo a los poderes religiosos). Pese a ello, exhortaba a ser misericordiosos como el Dios que Él anunciaba.
Su regalo era siempre la paz; y tenía una extraña concepción de la felicidad, que prometía a quienes opten por los condenados de la tierra desde una actitud de misericordia que genera hambre de justicia. Porque veía al mundo dividido entre pobres, hambrientos, llorosos y perseguidos, por un lado y, por el otro, ricachones hartos, que ríen y persiguen, los cuales son “malditos”.
Por eso eran provocativas sus palabras cuando entraba en el campo económico: los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres (vivió en una sociedad agobiada por las deudas, que llevaban a muchos a perder su terruño y dedicarse a la esclavitud, la prostitución o el bandolerismo). Enseñaba que es imposible que un multimillonario se salve, a menos que se produzca un milagro que sólo Dios puede hacer: que se desprenda de su fortuna (salvo aquello que necesite para una vida sobria y digna), poniéndola al servicio de las víctimas. Porque, según él, “es imposible servir al hombre y al dinero”.
La otra palabra que más se le aplica en los evangelios significa, a la vez, libertad y autoridad: “las gentes se maravillaban de la libertad-autoridad con que hablaba” y que no tenía nada que ver con lo que estaban acostumbrados a oír.
Sorprendentes vida y palabras. Pero más sorprendente es la reacción que desató: los responsables de aquella sociedad se hartaron de acusarlo de populista y terrorista. La conflictividad explotó cuando él puso de relieve que hablaba y actuaba así porque así es como actúa Dios. Entonces se le tachó de blasfemo, y los poderes religiosos y políticos dieron un respiro porque ya tenían algo claro por lo que condenarlo. Aun así, buscaron para él la muerte más ignominiosa y la condena más “ejemplar”…
¿Es posible que haya existido un hombre así? preguntaba R. Attenborough en su película sobre Gandhi. Prescindiendo ahora del santo hindú (que se confesaba muy influido por Jesús), esa misma pregunta sigue vigente para nosotros hoy. Los cristianos confiesan que un hombre así fue posible porque era transparencia y calco del mismo Dios, revelado en la humanidad de aquel hombre. Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo.
Esa fe no se les exige hoy a todos. Pero lo que sí pueden (y deberían) todos hoy, es paladear la humanidad de aquel Nazareno. Y sacar consecuencias.


Fin al secreto bancario del Vaticano, 6 de abril del 2015

 Juan Vicente
 La Banca Vaticana acaba con el secreto bancario y autoriza la repatriacion de capitales tras una operación de limpieza...
Algunos pensaban que era un «pez de abril», como se conocen en Italia las inocentadas que tradicionalmente se gastan en el primer día de este mes. Sin embargo, el acuerdo de transparencia fiscal firmado ayer por el responsable de Asuntos Exteriores de la Santa Sede y el ministro de Finanzas de Italia es un paso muy serio: el Vaticano ha dejado de ser un «paraíso fiscal».
La larga serie de escándalos del Instituto para las Obras de la Religión (IOR), conocido como Banca Vaticana, desde el reciclado de dinero de Cosa Nostra hasta los casos más recientes de contrabando de divisas por monseñor Nunzio Scarano, ha llegado a su fin por el único procedimiento para evitarlos. A partir de ahora, el banco entregará automáticamente a la Hacienda italiana todos los datos de las personas físicas, sociedades, diócesis, organizaciones católicas y órdenes religiosas con residencia en Italia.
De los casi cinco mil empleados del Vaticano, la gran mayoría son italianos. Sus sueldos seguirán exentos de impuestos, pero ya no podrán utilizar el banco del Vaticano para evadir los impuestos sobre ganancias de capital en cuentas bancarias, depósitos a plazo fijo, etc. Como ha repetido el cardenal George Pell, nuevo secretario de Economía del Vaticano, «la transparencia es la mejor medicina».
A partir de ahora ninguna persona física ni jurídica residente en Italia podrá ser evasor fiscal. No solo eso: el banco del Vaticano especificará el importe de las retenciones sobre intereses, etc., de modo que se convierte en colaborador técnico del fisco, como todos los bancos italianos.
Acuerdo retroactivo
La consecuencia es que los pocos clientes indeseables que todavía quedaban en el IOR, después de haber echado a casi tres mil, se acabarán marchando.
A algunos se les ha puesto la piel de gallina, pues el acuerdo es retroactivo: incluye el suministro de todos los datos desde el 1 de enero de 2009, es decir, los últimos cinco años. Según el comunicado hecho público ayer por el Vaticano, los interesados «podrán acceder a un procedimiento simplificado para regularizar sus actividades».
El tecnicismo «procedimiento simplificado» significa que se les aplicarán multas reducidas, previstas en una ley italiana del 2014 para favorecer el regreso de capitales al país. Es un sistema muy parecido al aplicado a los evasores fiscales en Suiza, con muy buenos resultados.

La reforma empezó en 2010
La reforma interna que ha llevado al Vaticano dejar de ser un «paraíso fiscal» comenzó en el 2010 por orden de Benedicto XVI, pero fue saboteada y ralentizada sistemáticamente por varios altos prelados que facilitaban negocios poco claros a compatriotas italianos con permiso para utilizar el Vaticano como banco «off shore».

La renuncia de Benedicto XVI en febrero de 2013 y el mandato de «hacer limpieza» encomendado al siguiente Papa en los debates del pre-cónclave aportaron la «voluntad política» que se echaba en falta desde los años sesenta, cuando estallaron los primeros escándalos.
Como no fueron atajados, la serie continuó hasta llegar, en 1982, al de la quiebra fraudulenta del Banco Ambrosiano de Milán, con su secuela de muertos en extrañas circunstancias.
El presidente, Roberto Calvi, miembro de la logia masónica clandestina P2, se dio a la fuga, pero apareció ahorcado bajo el puente Blackfriars de Londres. Su secretaria falleció al tirarse o ser tirada por la ventana de la oficina. Michele Sindona, un extraño enlace entre la mafia siciliana y el IOR, murió envenenado por cianuro en la cárcel.
El banco del Vaticano (IOR), dirigido entonces por el obispo americano Paul Marcinkus, había firmado garantías a favor de actividades temerarias del Banco Ambrosiano, y terminó pagando 406 millones de dólares a título de «contribución voluntaria», un eufemismo que evitaba la palabra «indemnización» a las víctimas de la quiebra fraudulenta.
El sucesor de Paul Marcinkus en la presidencia del IOR fue, desde 1989 al 2009, el banquero italiano Ángelo Caloia. Al parecer tampoco era trigo limpio pues el fiscal del Vaticano, Giampiero Milano, inició el pasado mes de diciembre acciones penales contra él y contra el director general del banco en aquella época, Lelio Scaletti. Se les acusa de haber sustraído entre 50 y 60 millones de euros vendiendo inmuebles del Vaticano por debajo de su precio a sociedades creadas por amigos comunes.
Bonus de 25.000 euros
Benedicto XVI encargó al nuevo presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi, hacer una limpieza pero, en cuanto empezaba a poner orden, el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, forzó su cese sin avisar al Papa.
Una de las primeras decisiones de Francisco fue suprimir el «bonus» de 25.000 euros anuales que cobraban los cardenales supervisores del IOR por un trabajo que no hacían. Ahora es un cargo sin remuneración complementaria, como la mayoría de los puestos de supervisión en la Curia vaticana. El nuevo presidente del consejo supervisor es el cardenal español Santos Abril, especialista en poner orden y conocido por su eficacia.
Una historia de escándalos
Connivencia con la mafia
En los años setenta, la mafia siciliana utilizaba el Banco vaticano para lavar dinero, según confesaron varios «arrepentidos» y confirmaron numerosas investigaciones realizadas.
Quiebra fraudulenta
En los ochenta, firmó garantías al Banco Ambrosiano de Milán, y tuvo que pagar 406 millones de dólares por una quiebra fraudulenta.

Pago de sobornos
En la primera década de este siglo, el IOR fue utilizado para pagar sobornos a altos funcionarios italianos encargados de administrar fondos públicos.
Contrabando de divisas
Al comienzo del pontificado de Francisco, Nunzio Scarano, un monseñor del Vaticano utilizó el IOR para contrabando de divisas por cuenta de armadores de Nápoles. Fue la última gota que colmó el vaso.

Juan Vicente  -  Ciudad del Vaticano


Agencias  /  ABC  /  R. y L.

Red Latinoamericana de Pensamiento Social de la Iglesia

Proyección de la REDLAPSI a partir del encuentro con el Papa Francisco
  
Introducción
Desde una óptica de fe, el encuentro de la REDLAPSI con el Papa Francisco en las personas que conforman la Mesa Directiva y del P. Juan Carlos Scannone, s.j., el día 16 de marzo del año en curso, no fue un hecho ordinario, sino todo lo contrario, fue un verdadero acontecimiento providencial que proyecta a la Red hacia el futuro. Quizás fue, incluso, una verdadera experiencia de Resurrección que, en espera de Pentecostés, puede hacer que el Espíritu Santo nos impulse a todos a salir, a anunciar, a dar testimonio de Cristo desde el compromiso social iluminado por el Pensamiento Social de la Iglesia.
Si -como ha dicho el Papa Francisco “no hay cristianos sin Pascua”- la REDLAPSI acepta esta llamada al cumplimiento fiel y cabal de su misión, la Pascua de Resurrección que hemos vivido en estos días se convierte, así, en un signo de la llamada del Señor a trabajar conjuntamente con eficacia y alegría en favor de la Iglesia, de la sociedad y, sobre todo, de los más empobrecidos.
Del encuentro narrado en sus aspectos relevantes en la “Crónica” que ha sido enviada a todos los miembros de la Red hace días, sumando los momentos previos y posteriores de la Mesa Directiva a su realización, así como al ejercicio de asimilación que ésta realizó, se derivan luces y orientaciones que animan el servicio que pretende realizar la Red Latinoamericana y Caribeña de Pensamiento Social de la Iglesia.

Contexto en el que hay que dar razón de nuestra esperanza
Vivimos tiempos cruciales en nuestro Continente:
  1. Pobreza, hambre, migración y violencia;
  2. Problemas muy serios de corrupción.
  3. Secularización que se extiende en algunos países como Chile y Uruguay;
  4. Cambios importantes en las cabezas de gobiernos de algunos países;
  5. Crisis de credibilidad en las instituciones políticas y también en las personas (hay muchos Presidentes con muy bajos índices de aceptación en su desempeño);
  6. En algunos países se verifica una crisis de credibilidad y confianza, incluso, en la Iglesia y particularmente en la jerarquía eclesial.
  7. Avance silencio del número de sectas cristianas y de católicos que abandonan la Iglesia, sobre todo en países de Centroamérica;
En este marco de cosas asistimos, también, a hechos y eventos que nos devuelven la esperanza: vitas del Santo Padre a países como Bolivia, Ecuador, Paraguay y Estados Unidos; proceso de profunda renovación de la Iglesia (el de la curia romana) que debe llegar a buen término en los próximos meses; inminente cambio de Directiva en el CELAM... Todo ello representa un verdadero estímulo para el discernimiento evangélico y el compromiso cristiano en comunidad.

Llamados e invitados
Por lo arriba expresado, los miembros de la Mesa Directiva interpretamos que el encuentro con el Santo Padre, a nombre de toda la REDLAPSI, fue un verdadero acicate para orientar nuestra acción hacia un kayros. Las líneas de acción son:
1.    Necesidad de la existencia de la REDLAPSI, así como urgencia de aprender a trabajar verdaderamente en “red”, entendida ésta como método idóneo y eficaz de colaboración entre instancias (instituciones, comunidades, grupos y personas) presentes en varios países. La Red es idónea para desarrollar una actuación “local” desde una visión “global”, así como para impulsar objetivos “regionales” incidiendo desde lo “local”. La Red, por tanto, no es un lujo ni un capricho, sino respuesta que optimiza recursos ante necesidades comunes específicas.

2.    El sentido de realismo del Papa nos invita a todos los miembros de la REDLAPSI a mantener los pies en la tierra y evitar orientar los esfuerzos hacia el campo especulativo-teórico sin incidencia en la realidad. La Red no puede simplemente hablar de la realidad sin compromisos concretos y con vistas a su transformación. Francisco nos invitó a contribuir al cambio de estructuras sociales y a no contentarnos con las acciones de tipo asistencial.

3.    El espíritu de servicio que testificamos de parte del Papa Francisco son una invitación a trabajar con alegría, buen humor y humildad, como si se trataran de distintivos de nuestro actuar al interior de la REDLAPSI. Por ello, no caben actitudes principescas ni protagonistas, menos la intención de obtener beneficios de la Red antes que de aportar para su desarrollo. El Papa nos ha mostrado el estilo evangélico de hacer las cosas y éste puede convertirse en nuestra mayor fuerza para incidir en la realidad, así como para dar testimonio y razón de nuestra fe.

4.    El Papa Francisco nos sugirió no descuidar los siguientes campos de acción al momento de realizar nuestra misión de difundir y poner en acto el Pensamiento Social de la Iglesia:

a.       La dignificación del trabajador contra el “trabajo negro” y contra toda forma de explotación laboral, sobre todo de personas adultas mayores, de jóvenes e inmigrantes. Esta dignificación del trabajador, derivada de su dignidad como persona, no se da al margen de las actuales condiciones jurídicas sobre el trabajo en un mundo globalizado, pero nunca se debe renunciar a buscar realizar la prioridad de la persona sobre las cosas, de la ética sobre la técnica y del trabajo sobre el capital. Es necesario, por tanto, rescatar y profundizar la dimensión humana y divina del trabajo.

b.      La economía del don y sus formas de abrirse espacio en un mundo dominado por el economicismo neoliberal depredador del medio ambiente y concentrador de la riqueza.

c.       Atender la difícil condición juvenil de nuestros países. Los jóvenes viven un verdadero drama existencial inadmisible en un Continente lleno de jóvenes, pues reciben una educación de mala calidad, falta de oportunidades o explotación laboral, falta de testimonio en una cultura informática y líquida, además de  una evangelización superficial que no los enamora de Cristo, el Señor. Lo anterior crea condiciones idóneas para el aumento de jóvenes “ninis” (que al día de hoy suman 17 millones) y para su involucración en redes de narcotráfico y otras mafias. Hay mucho por hacer en su dimensión social y cultural por los jóvenes, sin olvidar que también están necesitados de evangelización.

d.      Trabajar por todas las formas de inclusión social, laboral, educativa, de cobertura de servicios de salud, etc., contra la cultura “del descarte” que tan rápida y silenciosamente se extiende en nuestros países, pues no es privativa del llamado primer mundo. La REDLAPSI puede hacer muchas cosas para promover una cultura de inclusión.


En conclusión

Creemos que la REDLAPSI está llamada a ser una buena noticia para la Iglesia y para la sociedad, que puede ser un espacio (no el único ni el mejor) para el desarrollo del Pensamiento Social de la Iglesia en América Latina y El Caribe de cara a los desafíos actuales que enfrentamos. Y debe hacerlo trabajando en RED con verdadero espíritu de servicio. La REDLAPSI, para cumplir su función eclesial y social, debe ser realista y práctica al momento de actuar, y la comunión con la Iglesia debe ser un distintivo de esta experiencia inter-institucional de inspiración cristiana católica.

A partir de esta visita de la REDLAPSI al Papa Francisco, la Red debe ponerse a trabajar con decisión y audacia, usando los medios adecuados a fin de consumar cada uno de sus proyectos. Pero, al mismo tiempo, debe desarrollar una “mística de trabajo” propia de la REDLAPSI hecha de servicio desinteresado, colaboración, realismo y opción por los pobres, a fin de que la alegría del Evangelio se anuncie y se realice en nuestros pueblos a través del servicio de la Red.

Encontramos en el Evangelio, en la parábola del dueño de la viña, que el Señor sale a distintas horas a contratar obreros. La REDLAPSI está integrada por obreros que han llegado, unos antes, otros hace poco y recién se han integrado otros más, pero a todos corresponde trabajar con esmero y dejar a Dios el asunto de la paga. Nadie duda que “Dios no se deja ganar en generosidad”.

Pascua del 2015

Mesa Directiva

REDLAPSI

6° domingo de Pascua; 10 de mayo del 2015

Hechos 1025-26. 34-35. 44-48; Salmo 97; 1ª Juan 47-10; Juan 159-17
La celebración de la Pascua se acerca a su fin. Estamos en el último domingo. Hemos sido llevados por el dinamismo de la Resurrección. Como diría San Pablo, “todos los sufrimientos vividos, no se comparan con la gloria por venir”. La Resurrección es la apuesta por la vida, incluso, más allá de la muerte. El testimonio de los primeros discípulos se ha ratificado ampliamente: “para entrar en el Reino hay que pasar por mucha tribulaciones”, pero vale la pena. El seguimiento de Jesús muerto y resucitado, lo justifica.
Sin embargo, ¿qué significa vivir “como resucitados” en un mundo en el que aún hay tanto sufrimiento y muerte? Las lecturas nos dan la respuesta, machacando una sola idea, como si fuera el testamento que este tiempo de Pascua quiere dejarnos. Sólo quien ama, está en la órbita de Dios, del Dios vivo que se ha manifestado en la resurrección de su Hijo, Jesús. Parece que una sola palabra resume todo el contenido de la experiencia de los discípulos de Jesús: amar hasta la muerte; amar, incluso ante la amenaza del dolor y el sufrimiento; amar hasta el fin.
San Juan, tanto en la primera lectura como en el Evangelio desentraña y comunica lo que él mismo vivió y de lo que da testimonio en sus escritos.
El amor tiene su centro en Dios: Él mismo es amor. Es la definición más clara, profunda y llena de sentido que jamás se ha dicho sobre Dios mismo. No es el infinito, el todopoderoso, el inmortal, el eterno; no, para Juan, Dios es la plenitud de algo que cualquier ser humano tiene en su corazón y que puede experimentar al abrirse al otro.
Amor que no es “un concepto”, una “teoría”, sino una experiencia: “como el Padre me ama, así los amo yo”. Justo lo que vivieron los seguidores de Jesús. El mismo amor del Padre con el que amó a Jesús, es el amor con el que Jesús nos ama. Pero, además, la esencia del amor no es un movimiento de respuesta o un intercambio económico: el recibir me obliga a dar, y si no, no hay trato. Al contrario. En su 1ª carta Juan nos dice que el amor consiste “no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero”, al enviarnos a su Hijo. El amor es gratuidad, entrega, donación, generosidad. Seamos como seamos, el gran dato de nuestra vida es que nacemos ya siendo amados por Dios. Punto. El amor no aparece o está condicionado a nuestra respuesta. Dios nos ama aún antes de que nosotros fuéramos capaces de tener conciencia de esa maravillosa acción divina.
Claro, la respuesta humana consiste en “permanecer en ese amor”; simplemente para que “la alegría sea plena”. Sabernos amados por Dios como dato original de nuestra existencia es nuestro punto de partida; pero no de llegada; pues hemos de culminarlo con nuestra respuesta. Por eso la insistencia de Juan en todo su discurso de la última cena: permanecer en el amor, permanecer como sarmientos en la vid, permanecer en Jesús; amarnos unos a otros, como Él mismo nos ha amado.
Ahora bien, para Juan el amor no sólo es una experiencia o un sentimiento o sólo un punto de partida. Para él, el culmen del amor es “dar la vida” por el otro. Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos, como Jesús la dio por sus discípulos y por la humanidad en ellos. Y para eso, hay que “hacer lo que Jesús” nos dice, con lo que volvemos al punto de partida: “amarnos”. Y, como continua Juan, nos ha elegido para “dar mucho fruto y un fruto que permanezca”.
Dios nos ha comunicado sus secretos a través de Jesús, como camino a la plenitud. Sólo quien ama a pesar de cualquier renuncia, sufrimiento o, incluso, la muerte, es quien tendrá “vida eterna”; es quien estará viviendo bajo el potente dinamismo de la Resurrección que nos hace, ya desde ahora, tocar el cielo en la tierra, al participar de la vida verdadera, del amor que ni la muerte pudo destruir.
Y como Pedro, en la Primera lectura, somos invitados a llevar este mensaje incluso a los no creyentes, pues como dice, “Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo tema y practica la justicia sea de la nación que fuere”.

Con esto se cierra el ciclo litúrgico de la Pascua: vivir como resucitados es vivir en el amor de Dios entregando la vida por los otros, siendo testigos de la acción del Espíritu en nuestros corazones y llevando esta “buena noticia” a todos los rincones de la tierra, a pesar de todas las dificultades y obstáculos que entorpezcan el camino. El dinamismo de la resurrección de Jesús no puede ser detenido.

domingo, 3 de mayo de 2015

"De plano me equivoqué", Beatificación de Mnsr. Romero, Ma. López Vigil, 14 abril 2015

De plano me equivoqué
Nombrar mártir, beato y santo a Monseñor Romero, el hombre más amado de este pequeño país, era necesario, era un capítulo pendiente en una historia de amor y de dolor inolvidables
María López Vigil | 14/4/2015
A finales de los años 90 se anunció que había iniciado por fin en Roma el proceso de beatificación de Monseñor Romero. Desde entonces y en varias ocasiones, tuve que responder, de palabra y por escrito, qué me parecía ese paso, casi veinte años después de que Monseñor Romero fuera asesinado. Tercamente, contestaba siempre que me alegraba que el proceso se hubiera abierto, pero que deseaba que siempre estuviera pendiente, que nunca culmina. “No quiero ver nunca a Monseñor Romero en la Gloria de Bernini… No quiero que lo metan en la lista de tantos santos que llegaron hasta ahí por dinero… A él la gente ya lo hizo santo hace mucho…” Cosas así he repetido.   
Pensaba también que mi deseo se realizaría porque conocía de los enormes obstáculos que el proceso enfrentaba en los poderosos entresijos de la Curia vaticana, en donde Monseñor tuvo y siguió teniendo tantos enemigos. Hoy, cuando el Papa Francisco ha desbloqueado el proceso se han ido haciendo públicas algunas de las trabas que durante tantos años le pusieron.
Estuve en San Salvador ahora, en marzo, para el 35 aniversario del asesinato de Monseñor. La efervescencia por el anuncio que llegó de Roma declarándolo mártir y por la fecha ya fijada para la ceremonia de beatificación, sábado 23 de mayo, se sentía en el aire. Se respiraba.
En la cripta, donde el cuerpo baleado de Monseñor reposa en el hermoso monumento que le hizo el escultor italiano Paolo Borghi, no se detenía el desfile de gente. Vi a una joven estadounidense que llegó sola y lloraba desconsolada. ¿Sabría de la participación de su gobierno en la guerra salvadoreña, conocería de la complicidad que, sin duda existió, por omisión, entre su gobierno y el asesinato de Monseñor? ¿O sus lágrimas manarían de otras heridas?
En el grueso libro de visitas leí algunos mensajes que van dejando quienes llegan hasta allí. Hay uno que me conmueve: “Monseñor, yo no puedo perdonar, tal vez usted sí pudo, pero yo no, a muchos de mis familiares los mataron en la masacre de El Mozote”. En diciembre de 1981 el ejército asesinó en ese cantón a 900 hombres, mujeres y niños. Muchos de los mensajes repiten encomiendas parecidas: “Acuérdese de nosotros… Siga sacando la cara por nuestro país… No abandone a su pueblo…Proteja a mi hijo, que está en una mara…” Como cuando él vivía, como si él siguiera vivo.
Esa tarde fui a la tradicional marcha que miles de personas hacen todos los años desde la plaza Salvador del Mundo hasta Catedral. Llevaba varias cuadras caminadas cuando coincidí con dos sobrinas de Monseñor Romero. Platicamos. Son hijas de Tiberio. Estaban felices, profundamente orgullosas de que su tío hubiera llegado hasta donde ha llegado: a ser un santo católico… “¿Sabe qué dice mi papá? -me dijo una-. Ya mejor no digo más que él es mi hermano, porque mío ya no es, él es del mundo”.
Tuve la oportunidad de volver a encontrarme con Josué, un joven que en 2005 se empeñó en hacer un cuadro de Monseñor Romero, el más grande que ningún santo hubiera tenido nunca. Y lo logró. Con veinte metros de alto por diez de ancho, en acrílico sobre lona cruda, el rostro de Monseñor, sonriente y acompañado de su gente, cubrió en el aniversario 25 toda la fachada de la Catedral de arriba a abajo.
Después de llevar la pintura a Alemania y hasta a Río de Janeiro, donde logró colocarla en un muro de la favela que visitó el Papa Francisco, este año, el año grande de la beatificación, quería colocarla de nuevo. No le dejaron ponerla en Catedral. Sí en la fachada del Teatro Nacional, en el centro histórico de la capital, uno de los lugares urbanos más caóticos que uno pueda imaginar.  
Tuve la suerte de estar ahí, en la calle, cuando colocaban a Monseñor en la puerta de entrada del Teatro Nacional, el más antiguo de Centroamérica. Varios hombres muy forzudos, con muy gruesos mecates hacían enormes esfuerzos para alzar la pesadísima lona. Las poleas tenían que subir parejas, al mismo ritmo y tenían que moverse con mucho cuidado… Sudoroso, Josué dirigía la operación.
Vendedores de la calle y gente que iba y venía por aquel laberinto se detenían para mirar cómo subía aquello… La pintura es espectacular por su tamaño y por lo bien hecha. Cuando ya la lona alzada mostró que aquello que subía, despacito y seguro, era el rostro sonriente de Monseñor, se detuvo a mi lado un hombre pobre, bajito y curtido, unos cuarenta años. Sonrió al verlo de nuevo… “¿Está resucitando, verdad?”, me dijo. “Pues sí, yo creo que sí, ya ve cómo va subiendo…”, le dije.  Y cuando ya quedó expuesta plenamente la pintura, llenando el espacio, me dijo con un inocultable punto de orgullo: “¿Qué más se le puede pedir ya a la vida?” Y siguió su camino, perdiéndose en aquel embrollo de caramancheles y gentes.
Sí, de plano me equivoqué. Nombrar mártir, beato y santo a Monseñor Romero, el hombre más amado de este pequeño país, era necesario, era un capítulo pendiente en una historia de amor y de dolor inolvidables. Es una reivindicación simbólica para el pueblo que tanto lo amó. Y es una lección histórica para quienes todavía lo odian y hoy guardan silencio ante la decisión vaticana, oportunistamente dicen haber sido cercanos a él y no se disculpan por lo que hicieron entonces, matarlo a él y matar a tantos miles.  

Este país, el pulgarcito del continente, y este pueblo, uno de los más sufridos de nuestras tierras, necesitaban de esta alegría, de este momento de resurrección. De plano me equivoqué. Después de esto, qué más pedirle a la vida.