domingo, 30 de agosto de 2015

22° Domingo Ordinario; 30 de agosto de 2015; José Antonio Pagola

NO AFERRARNOS A TRADICIONES HUMANAS
… para aferraros a la tradición de los hombres.
No sabemos cuándo ni dónde ocurrió el enfrentamiento. Al evangelista solo le interesa evocar la atmósfera en la que se mueve Jesús, rodeado de maestros de la ley, observantes escrupulosos de las tradiciones, que se resisten ciegamente a la novedad que el Profeta del amor quiere introducir en sus vidas.
Los fariseos observan indignados que sus discípulos comen con manos impuras. No lo pueden tolerar: « ¿Por qué tus discípulos no siguen las tradiciones de los  mayores?». Aunque hablan de los discípulos, el ataque va dirigido a Jesús. Tienen razón. Es Jesús el que está rompiendo esa obediencia ciega a las tradiciones al crear en torno suyo un "espacio de libertad" donde lo decisivo es el amor.
Aquel grupo de maestros religiosos no ha entendido nada del reino de Dios que Jesús les está anunciando. En su corazón no reina Dios. Sigue reinando la ley, las normas, los usos y las costumbres marcadas por las tradiciones. Para ellos lo importante es observar lo establecido por "los mayores". No piensan en el bien de las personas. No les preocupa "buscar el reino de Dios y su justicia".
El error es grave. Por eso, Jesús les responde con palabras duras: «Vosotros dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres ».
Los doctores hablan con veneración de "tradición de los mayores" y le atribuyen autoridad divina. Pero Jesús la califica de "tradición humana". No hay que confundir jamás la voluntad de Dios con lo que es fruto de los hombres.
Sería también hoy un grave error que la Iglesia quedara prisionera de tradiciones humanas de nuestros antepasados, cuando todo nos está llamando a una conversión profunda a Jesucristo, nuestro único Maestro y Señor. Lo que nos ha de preocupar no es conservar intacto el pasado, sino hacer posible el nacimiento de una Iglesia  y de unas comunidades cristianas capaces de reproducir con fidelidad el Evangelio y de actualizar el proyecto del reino de Dios en la sociedad contemporánea.
Nuestra responsabilidad primera no es repetir el pasado, sino hacer posible en nuestros días la acogida de Jesucristo, sin ocultarlo ni oscurecerlo con tradiciones humanas, por muy venerables que nos puedan parecer.

José Antonio Pagola

22° domingo Ordinario; Agosto 30 del 2015.

Deuteronomio 41-2. 6-8; Salmo 14; Santiago 117-18. 21-22. 27; Marcos 71-8. 14-15. 21-23

Las lecturas de este domingo están atravesadas por uno de los conflictos que más provocó la agresión contra Jesús. ¿Cómo entender y vivir la ley, la norma, el mensaje? La situación que nos narra Marcos en su evangelio reproduce el típico esquema que utilizaron los fariseos para desautorizar a Jesús. No lo atacan directamente a Él, sino a sus discípulos; no sería la primera vez, ni la última. Los seguidores del Maestro no cumplen lo prescrito en la Ley, no siguen la Tradición de los judíos.
Lo interesante es que la fuerza del Antiguo Testamento estaba fincada en la Ley revelada por Yahvé. El tesoro mayor que ellos tenían eran las “Tablas de la Ley”: en torno a ella giraba toda su experiencia religiosa,      que luego fueron concretando con cientos de normas y preceptos que regularon prácticamente en su totalidad la vida del pueblo de Israel.
Y ahí estaba su fuerza: si cumplían la Ley, entonces tendrían vida y entrarían en la Tierra prometida. Su Dios –que no era como los dioses de otros pueblos, sino que era tan cercano sólo con invocarlo- condicionaba el bienestar del pueblo, sus triunfos guerreros, su éxito…, a la observancia de la Ley, pues toda ella era “justa”. La Ley de Dios era, en sí misma, vida. Ayudaba a regular las relaciones entre ellos, normaba la justicia de sus comportamientos, integraba su vida con la de Dios, a fin de que no se desviaran y terminaran en la muerte.
Lo cual en sí mismo no era malo. Que un pueblo viva sin un código de Ética, sin regular las relaciones entre sus individuos, sólo lleva a “la ley del más fuerte” y, así, a la incapacidad de vivir en paz y de conseguir la felicidad; en otras palabras, lleva a la muerte.
Sin embargo, al paso de los años, el pueblo de Israel fue perdiendo el “espíritu de la Ley”, lo más fundamental de ella, la interioridad y su razón de ser. Los Profetas ya denunciaron esta distorsión: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí… Dejan a un  lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”. Sus prácticas se quedaron en una “observancia” sin sentido. Para ellos, “agradar a Dios” era el cumplimiento de mil preceptos que nada tenían que ver con la justicia, con el amor, con la preocupación por el otro, con el cuidado del prójimo.
Lo que en un momento dado fue algo que les dio vida y los integró como pueblo, se fue pervirtiendo y se convirtió en un instrumento para que los jefes de Israel dominaran y controlaran al pueblo. El bienestar de todos se fue transformando en el bienestar de sólo las clases dominantes, de los grupos en el poder.
La “Tradición”, entonces, no era en sí algo malo; lo malo fue perder el sentido del mandato y acomodarlo a los intereses personales, y no al bien común ni a la preocupación por el otro. Y es justo lo que Jesús denuncia. Usaron la ley como instrumento de control y dominación; crearon sus propios preceptos (más fáciles de cumplir) y se olvidaron del mandamiento de Dios: simplemente “amar”, amar radicalmente, amar con toda la pasión, amar a Dios, al prójimo, a sí mismo. Usaron la tradición a su conveniencia, y dejaron de lado lo esencial de la ley: la justicia y la misericordia.
Pero, al mismo tiempo, se “aferraron a las tradiciones de los hombres”, como dice Marcos. Y eso fue lo que les impidió recibir el mensaje de Jesús. Se aferraron a un pasado en el que se sentían seguros, al que podían manipular, el que les daba fuerza y los justificaba en su dominación, y de tal forma lo hicieron que les fue imposible abrirse a la novedad que traía la Buena Nueva del Evangelio. Contra la tradición entendida como un conocimiento dado para siempre, el Evangelio se les presentó como algo diferente, como “buena nueva”, que rompía todos sus esquemas y los invitaba a cambiar, a recuperar el sentido auténtico de la “Palabra de Dios” al hombre; pero ellos no pudieron hacerlo .
Lo que hace Jesús, en consecuencia, es recuperar el sentido del mensaje de Dios: lo que mancha no es lo que viene de fuera, sino lo que sale de nuestro interior. El sentido auténtico de la ley está inscrito en el fondo de nuestros corazones y tiene que ver con la relación entre los seres humanos. Ahí está el gran dilema: si procuramos o no el bien de nuestro prójimo, y no si cumplimos una serie de ritos y normas que nada tienen que ver con el amor y la justicia.

En la segunda lectura, el apóstol Santiago trasmite exactamente lo que aprendió de su Maestro: “la religión pura e intachable a los ojos de Dios consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse de este mundo corrompido”. Y a esto nos exhorta: a que aceptemos dócilmente la palabra que ha sido sembrada en nuestros corazones y la llevemos a la práctica.

sábado, 29 de agosto de 2015

Algunos motivos por los que el Papa Francisco llegó hasta donde está (anónimo), 29 Agosto '15.

LOS JESUITAS, SU HISTORIA, SU ORGANIZACIÓN Y SUS MÉTODOS (Agosto del 2015)
Tanto el ideario popular como los estamentos de poder siempre miraron con recelo a los jesuitas y todo lo que tuviera que ver con ellos. Ahora, que por primera vez en 2000 años hay un Papa jesuita, ese recelo y la especulación se han puesto nuevamente en movimiento.
Cuando a la mayoría de las personas se les pregunta qué saben de los jesuitas, invariablemente se limitan a repetir esas falacias que han circulado siempre sobre que eran explotadores de esclavos e indígenas, y ambiciosos religiosos que usaban a las misiones de evangelización como herramienta para ganar poder y riquezas.
Los que adhieren a ideologías de derecha y de centro, ven a los jesuitas como "progres y zurdos", mientras que los que están por las izquierdas los rechazan por envidia, ya que sus logros sociales no son producto de revoluciones marxistas violentas o luchas armadas. 
Lo que sigue es un escrito que, con muy buena síntesis, ilustra las características fundamentales de esta congregación religiosa.
Quizás sea un poco largo pero es muy interesante y clarificador y conviene leerlo detenidamente, sin prisa. Pero por sobre todo, aportará luz sobre el porqué del camino que está recorriendo el Papa Francisco y a dónde quiere llegar.
Se podrá entender su posición respecto a los pobres y excluidos del mundo, su apego a la disciplina, a la ética, a la justicia y a la austeridad siendo él quien la aplica primero, su capacidad para comunicarse bondadosamente aún en momentos en que se requiere ser enérgico, y sus gestos ecuménicos con otras religiones y sobre todo con la comunidad judía argentina y mundial (su gran amigo es un rabino con quien escribió un libro y ha recibido y reunido alrededor de su mesa, a altos dirigentes de esa comunidad para almorzar con él - alimentos kosher por supuesto).


ALGUNOS  MOTIVOS  POR LAS QUE  EL PAPA FRANCISCO  LLEGÓ HASTA DONDE ESTÁ.
 Mad Economy (ME) no puede dejar de explicar el “fenómeno jesuita” desatado por la elección de un Papa jesuita (además de argentino), porque esta Orden religiosa no solo  fue un elemento clave en la historia económica moderna, sino porque su exitosa estructura organizacional - que lleva casi 5 siglos - puede ser la envidia de cualquier corporación o multinacional actual.
Los jesuitas manejan [indirectamente] la Universidad del Pacífico, que tiene una de las mejores escuelas de economía.
1. Fue fundada por un noble vasco, ex soldado y caballero: Iñigo de Loyola, conocido más tarde como San Ignacio de Loyola que vivió entre 1491 y 1556.  Por eso tiene una estructura militar y llaman al superior de la orden "General" y a la orden "Compañía" pero en sentido castrense, no empresarial, aunque años después este nombre les caería a pelo desde la perspectiva corporativa. San Ignacio, conocido por Iñigo de Loyola,  prefirió cambiar su nombre de pila y “españolizarlo” a Ignacio. Iñigo o Iñaki es un nombre vasco. Aunque durante su vida militar destacó como excelente jinete y eso lo haría merecedor de pertenecer a la caballería, prefería más el asunto organizacional dentro del ejército, de ahí que cultivó una extraña afición al orden y a la disciplina, pero terminó siendo artillero con muy mala suerte porque una bala de cañón casi le vuela la pierna durante la guerra entre Navarra, Francia y España (1521).  Fue llevado a su castillo y por las heridas tuvo que estar en cama meses. San Ignacio se leyó todos los libros sobre vida religiosa que encontró y en ellos descubrió su vocación. Dejó las armas y comenzó un largo camino al éxito.
2. Es una Orden que no está bajo el mando directo ni tutela de una Diócesis. Su jefe es el Padre Superior a quien se le llama Padre General. La Iglesia Católica divide su jurisdicción pastoral en Diócesis que están bajo la administración de sacerdotes “diocesanos” y estos deben reportarle al Obispo de la jurisdicción, o sea, de la  Diócesis y estos, a su vez, al Arzobispo que maneja toda la operación.  Las órdenes religiosas, como los dominicos, franciscanos, agustinos, trapenses, jesuitas, etc., están exentas de reportarle al Obispo de la Diócesis.  Los jesuitas van más allá de esto. Consideran a cada país o región como una “provincia” de la Compañía de Jesús; por eso, tienen Padres Provinciales, una especie de “ojos y oídos” del superior o Padre General.
3. Aunque no hay nada en sus normas que diga lo contrario, los jesuitas estaban "prohibidos" de ser obispos y menos Papas. Quizás la palabra no sea “prohibición”, pero fue algo consuetudinario en ellos: por costumbre adoptaron más un perfil bajo dentro de la Iglesia Católica. Prefirieron otro enfoque o carisma, el de la educación y en eso se especializaron.
Además, nacieron en una época donde el protestantismo europeo era un furor y los esfuerzos de la Compañía de Jesús se enfocaron en eso, la lucha contra las corrientes protestantes, antes que entrar en el complicado mundo político de la Iglesia del siglo XVI con sus Papas Borgias, asesinatos, inquisiciones y otras mañas.
4. Pero, llegaron a tener tanto poder político  y económico que a su superior lo llaman "El Papa Negro", por el color tradicional de las sotanas que usaban. Eran unas grandes togas, con botones que iban desde el cuello hasta los pies y un gorro de tres puntas que debió ser muy incómodo. Lo del Papa Negro no es cuento. Realmente llegaron a ser una suerte de Iglesia o universo paralelo dentro de la estructura católica romana.
5. El poder oceánico que llegaron a tener motivó que en 1768 fueran expulsados de España, Portugal y las colonias.
Este poder se debió a sus vanguardistas ideas: creían en la igualdad, la libertad económica, el cooperativismo, la redistribución del capital, el libre acceso al mercado, la educación de las minorías, etc. lo que preocupó a las monarquías absolutas de la época. Eso incluyó el cierre de los colegios mayores, seminarios y universidades de todo el mundo conocido, lo que fue un duro golpe para la educación occidental, porque las instituciones educativas jesuitas eran impecables.
Se refugiaron en reinos e imperios protestantes y hostiles a la Iglesia de Roma. Entre ellos, el Imperio Ruso con Catalina La Grande a la cabeza. Y realmente Catalina era “grande”, sus biógrafos estimaban que la emperatriz “de todas las Rusias” pesaba más de 100 kilos. Sin embargo, era una noble rara porque trabajaba y estudiaba. Los jesuitas, expertos en educación, pronto se ganaron su respeto y admiración y ella no sólo les dio cobijo, sino el tesoro más  importante para un jesuita: TIEMPO. Tiempo para regresar y de hecho 40 años después de su expulsión lo hicieron a lo grande, refundando colegios y universidades en todo el mundo.
6. Antes de su expulsión, fueron los precursores del cooperativismo o una forma arcaica de economía socialista.
En Sudamérica, sus Misiones a lo largo del continente fueron un ejemplo de gerencia.
Un referente interesante se puede encontrar en la forma cómo administraban sus misiones y haciendas en esta parte del mundo. Por ejemplo, en las misiones de Paraguay, Bolivia y norte de Argentina, repartían entre los indios y esclavos, parcelas de tierra, animales mayores y menores, insumos y semillas.  La producción era estandarizada en procesos específicos según el cultivo y la actividad industrial, es decir, fueron los precursores de la producción en función a la diversificación de canales de negocio.
Con esto se ingresó a una “mini era pre-industrial” pues sus obrajes, maestranzas, trapiches y factorías llegaron a tener unos índices de eficiencia y productividad enormes, además de darle valor agregado a las materias primas.
El uso que hicieron de los recursos naturales fue impecable. En la hacienda San Juan Bautista en Lima, llegaron a tener más de 5 riegos semanales y en un hábitat como es la costa de Perú donde uno encuentra un desierto más que un oasis.
Después de su expulsión y tomada la operación de la hacienda por un civil, ésta alcanzaba a duras penas 1 riego por mes.
Los jesuitas en sus misiones y haciendas, crearon la figura del “Padre Administrador”, una suerte de controller moderno que llevaba rigurosamente los presupuestos y estadísticas de los emprendimientos jesuitas. Pero fueron más allá aún.
En agricultura, sus haciendas no eran meros fundos o chacritas de “pan llevar”, diseñaron un complejo sistema de obrajes que les permitió desarrollar una agroindustria y sistema de agro exportación que sería la envidia de cualquier grupo agroindustrial moderno.  Desde Perú, Alto Perú (Bolivia), Argentina y Paraguay, exportaban vinos y piscos, chocolate procesado, melaza, granos, telas, vidrio, cal, argamasa y otros.  En el siglo XVIII, el chocolate producido y procesado en una misión o estancia jesuita paraguaya, era tomado en la Corte de los Borbones en Versalles y en la Corte de los Habsburgo en Austria.
Todo ello a través de un sofisticado (para la época) sistema de almacenamiento y redes. Crearon lo que a la postre sería el concepto de distribución y canales de negocio, logística incluida.
Su manejo de los costos era impresionante: las utilidades en una hacienda por ejemplo, después de un ejercicio fiscal, eran redistribuidas entre los indios y esclavos primero y en último término el quinto real (para la Corona Española) y la Compañía.
Esto les permitía hacer caja constante pues la producción de sus haciendas, al ser redistribuida entre indios y esclavos - quienes a su vez, la re-invertían en sus chacras, vendiendo lo que iban sacando de ellas- les aseguraba un ingreso recurrente, por tanto, evitaban el endeudamiento para cubrir huecos en el flujo de caja, luego tomaban una parte de la ganancia por cada línea de producto y en función a los costos unitarios calculaban el presupuesto para el siguiente año fiscal.
Con esto, fueron los primeros en aplicar la teoría de las tasas de transferencia en negocios.
Sus inversiones en tierras, conventos, seminarios, colegios mayores e universidades también les generaban caja pues casi todas sus instituciones eran privadas y cobraban una pensión por la  colegiatura, que les permitía además brindar subsidios a alumnos o seminaristas con bajos recursos: la versión moderna de becas de estudio.
Además, reducían el riesgo sistémico de sus finanzas con la diversidad de inversiones y líneas de producción que ellos tenían.
Es curioso notar que en un tiempo donde los esclavos negros eran considerados menos que animales, los jesuitas no sólo los hicieron “propietarios” sino que les daban una parte de la ganancia del negocio. Cosa prohibida por la Corona.
Lo triste de esta historia: durante la administración jesuita de sus propiedades, los índices de escapismo entre los esclavos eran nulos, pero después de la expulsión de la Orden, no solo muchos de los esclavos negros dejaron las haciendas y misiones, sino que el número de abortos autoinflingidos por las madres esclavas se disparó logarítmicamente: preferían matar a sus hijos neo natos, antes que nacieran esclavos (“Peregrinaciones de una paria”, Flora Tristán).
Esto nunca pasó bajo la gestión de la Compañía.
Finalmente, en 2008 la revista Forbes nombró a la Compañía de Jesús como " La Corporación Multinacional más antigua y exitosa de la historia económica moderna". Más que Coca Cola Co., JP Morgan y otras corporaciones.
7. En la II Guerra Mundial, fue la única Orden que abiertamente se opuso al nazismo y al holocausto judío, muchos jesuitas fueron perseguidos por eso; algunos torturados y asesinados en campos de concentración como el Padre y Beato Rupert Mayer SJ.
En Francia, un colegio internado jesuita, exclusivo para chicos, escondió y salvó a más de 50 niños judíos de las garras de la Gestapo. “Amén”, película dirigida por Costa-Gavras (2002), basada en hechos reales descritos en el libro “El vicario” de Rolf Hochhuth, muestra el rol clave que tuvo la Compañía de Jesús para la defensa de judíos ante el Vaticano.
De hecho, para los judíos, la Compañía de Jesús es un referente de diálogo e Israel la considera “Justa entre las Naciones”, por su labor en contra del holocausto. Cosa que pocas o casi ninguna orden católica hizo.
¿Se entiende ahora la especial relación del Papa Francisco tiene con los rabinos y dirigentes de las comunidades judías?
8.  En los 70's su posición progre y algo de izquierda se hizo un poco evidente: unas décadas antes decidieron dejar de dar Misa en latín y la daban en el idioma del lugar. Por eso tenían jesuitas dando Misa en bantú africano, quechua (en lo que después sería la actual Argentina, lo hacían desde el s. XVI), vasco, árabe, guaraní, chino cantonés, hindi, etc.
Decidieron no usar sotana y menos camisa con cuello de clerma. Esa actitud progre se capitalizó con el recelo de las dictaduras de ultraderecha del siglo XX.
9. Aunque muy progres, los jesuitas no estuvieron exentos de vincularse con grupos de poder. Sus relaciones se basaron más en la enseñanza. Fueron famosos y conocidos por ser tradicionalmente los “educadores de las élites”, mayormente hombres y no mujeres. Sobre todo en Europa e Iberoamérica. Es evidente que por sus aulas pasaron destacados intelectuales, políticos, científicos, artistas, militares y religiosos.  Eso les daba llegada a familias y grupos relacionados con el dinero y el poder.
Pero no obstante formaron hombres que, lejos de continuar con los vicios y resabios de estos grupos, fueron más allá. Quizás por esta razón, es que los jesuitas son conocidos como “lava cerebros” o como una sociedad donde quienes han sido educados por ellos, se reconocen por ciertos rasgos, lenguaje corporal y forma de hablar. Una especie de “secta” con decires y haceres propios.
Es una orden muy global y de constante diálogo no sólo inter religioso sino cultural.
Incluso desde su fundación, les quedó claro ese asunto que ahora se llama “globalización”.
Ese dinamismo es quizás lo que explica que, aunque llegaron “tarde” a la América Española  (unos 60 ó 70 años después que los dominicos o franciscanos), en una década de operación en las colonias llegaron a triplicar el patrimonio de los primeros. En pleno siglo XVI, no dudaron los Padres fundadores de la Orden en enviar a sus primeros discípulos a lugares tan lejanos como China, India o Japón porque Sudamérica y el mundo entero les quedaban chicos. Según  Chris Lowney, ex seminarista jesuita y banquero de inversión del JP Morgan, autor del libro “El Liderazgo al estilo de los jesuitas”, uno de los factores de éxito de la Orden fue su movilidad permanente y apertura de mente frente a otras culturas.
La historia del Padre Matteo Ricci SJ que viajó a China grafica este liderazgo y dinámica inter cultural.
Llegado a China, el Padre Ricci SJ de inmediato tomó contacto con el emperador. No era cosa fácil porque ya antes en Asia, la experiencia jesuita había resultado tenebrosa y de total fracaso: decapitaron en Japón a 22 jesuitas y martirizaron y torturaron a otros tantos en la India. Pero el Padre Ricci SJ se ganó el respeto y admiración del emperador al dibujarle un mapamundi donde colocó a China, por primera vez, en la cartografía mundial. Huelga decir que Ricci era matemático, geógrafo y cartógrafo.
La mente abierta de este jesuita le permitió también, colgar el confusionismo a la praxis cristiana. Debió haber sido todo un éxito porque el emperador de China lo nombró consejero, siendo el primer y último caso, donde un occidental fuese “privado” de un regente chino.
Para Lowley, son 4 los pilares fundamentales del éxito y del enfoque empresarial de los jesuitas:
(1) Conocimiento de sí mismo: Saber reconocer muy bien cuáles son las fortalezas, debilidades y valores de uno mismo. Tener un claro conocimiento del mundo y hacia dónde se quiere ir;
 (2) Ingenio: Siempre innovar y al mismo tiempo adaptarse a las circunstancias de un mundo cambiante. Explorar nuevas posibilidades e ideas. Aprender de las otras culturas y darles su valor;
(3) Amor: Querer a los demás y tratarlos a partir de esa realidad. Siempre mantener una actitud positiva. Ganar a la gente por el amor y no el temor. Los líderes tienen confianza en sí mismos y la proyectan a los demás;
(4) Heroísmo: Despertar en uno mismo, y en los demás, grandes deseos. Fortalecer en sí mismo, y en los demás, aspiraciones heroicas. Los líderes imaginan grandes futuros e impulsan a alcanzarlos. No esperan el futuro sino que lo construyen.
George Lucas, en una entrevista, reveló que - en su juventud - conoció a un grupo de jesuitas en la Universidad de Fordham. Quedó maravillado por su forma de ser, por cómo se movían, cómo te convencían usando palabras cariñosas antes que imperativas.
Pasado casi un año de su elección, no hay dudas que el Papa Francisco - siendo jesuita - aplique esta filosofía y modelo, no sólo desde lo estrictamente religioso, sino desde lo empresarial en la conducción de la Iglesia Católica Romana.
En esto se basará el éxito del Papa Francisco.


domingo, 23 de agosto de 2015

Homilía del P. Pagola, Domingo XXI, ¿POR QUÉ NOS QUEDAMOS?, Agosto 23 del 2015

Señor, ¿ a quién vamos a acudir?

Durante estos años se han multiplicado los análisis y estudios sobre la crisis de las Iglesias cristianas en la sociedad moderna. Esta lectura es necesaria para conocer mejor algunos datos, pero resulta insuficiente para discernir cuál ha de ser nuestra reacción. El episodio narrado por Juan nos puede ayudar a interpretar y vivir la crisis con hondura más evangélica.
Según el evangelista, Jesús resume así la crisis que se está creando en su grupo: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, algunos de vosotros no creen». Es cierto. Jesús introduce en quienes le siguen un espíritu nuevo; sus palabras comunican vida; el programa que propone puede generar un movimiento capaz de orientar el mundo hacia una vida más digna y plena.
Pero, no por el hecho de estar en su grupo, está garantizada la fe. Hay quienes se resisten a aceptar su espíritu y su vida. Su presencia en el entorno de Jesús es ficticia; su fe en él no es real. La verdadera crisis en el interior del cristianismo siempre es ésta: ¿creemos o no creemos en Jesús?
El narrador dice que «muchos se echaron atrás y no volvieron a ir con él». En la crisis se revela quiénes son los verdaderos seguidores de Jesús. La opción decisiva siempre es ésa: ¿quiénes se echan atrás y quiénes permanecen con él, identificados con su espíritu y su vida? ¿Quién está a favor y quién está en contra de su proyecto?
El grupo comienza a disminuir. Jesús no se irrita, no pronuncia ningún juicio contra nadie. Sólo hace una pregunta a los que se han quedado junto a él:«¿También vosotros queréis marcharos?». Es la pregunta que se nos hace hoy a quienes seguimos en la Iglesia: ¿Qué queremos nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es para seguir a Jesús, acogiendo su espíritu y viviendo a su estilo? ¿Es para trabajar en su proyecto?
La respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir. Tú tienes palabras de vida eterna». Los que se quedan, lo han de hacer por Jesús. Sólo por Jesús. Por nada más. Se comprometen con él. El único motivo para permanecer en su grupo es él. Nadie más.
Por muy dolorosa que nos parezca, la crisis actual será positiva si los que nos quedamos en la Iglesia, muchos o pocos, nos vamos convirtiendo en discípulos de Jesús, es decir, en hombres y mujeres que vivimos de sus palabras de vida.

José Antonio Pagola

21er domingo Ordinario; Agosto 23 del 2015

Josué 241-2. 15-18; Salmo 33; Efesios 521-32; Juan 655. 60-69

El Evangelio de Juan en este domingo continúa con el discurso del “pan vivo”, en el que Jesús se confronta radicalmente con sus discípulos, así mencionados en general; pues no sólo son los 12, sino un buen grupo de judíos que lo habían ido siguiendo.
Jesús apura su discurso, lo radicaliza, obligando a dar un paso más en la fe a sus oyentes: “sólo quien come su carne y bebe su sangre tendrá vida eterna”, les dice; pero ellos se escandalizan; no están dispuestos a ir más lejos, a entrar en el verdadero misterio del Hijo de Dios. Ante tales palabras, la reacción de sus oyentes no se hace esperar: “Ese modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?” Y con tristeza –señala el evangelista- ese grupo más amplio de discípulos “se echaron para atrás”.
El seguimiento de Jesús implica dar un salto al vacío en la fe. No es fácil. La tendencia del ser humano es demasiado inmediatista. Ya Jesús lo había advertido cuando la multiplicación de los panes. “Uds. me siguen porque han comido; no porque hayan creído en el Hijo de Dios”. Hay una parte de la persona que busca satisfacer sus necesidades inmediatas, y parece que con eso termina su deseo; como si renunciara a seguir buscando más, como si en la totalidad de necesidades del ser humano, el espíritu de búsqueda se agotara al haber dado el primer paso.
Sin embargo, la pedagogía de Jesús es clara: parte de lo sensible, de lo inmediato, de lo que verdaderamente se necesita para vivir, para ser, para existir; pero sólo como un primer paso, imprescindible y necesario –por supuesto-; pero es sólo el comienzo. Indiscutiblemente que no se trata de minimizar la pobreza y carencia en la que vivía el pueblo de Israel, y a la que Jesús directamente atendía. Era real su compasión por las masas, por los excluidos, por los leprosos. Pero la salvación implica a toda la persona y a todas sus dimensiones. “El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha” –afirma el Evangelio-.
Justo en eso está el salto de la fe, la posibilidad de acceder al misterio de Dios: el compromiso material de Jesús por su pueblo fue real; pero sólo como el primer paso para que ahí, sus discípulos pudieran descubrir el amor de Dios por el pueblo, su compromiso salvador, y así accedieran a la vida en el Espíritu. Lo material es imprescindible, pero no agota todas las aspiraciones y deseos del ser humano; está hecho para más; para trascender lo inmediato hasta llegar al Espíritu, al Padre, a Dios. Todo es una unidad; y el reto es descubrir lo material en lo que es, pero también como un símbolo para acceder a la vida verdadera y así integrar la totalidad de lo que somos, queremos y buscamos. Quedarse sólo en el alimento material, es quedarse cortos ante la grandeza y posibilidades del ser humano. Encontrar y descubrir en Jesús al hijo de Dios, y en Él, al Padre que hace llover sobre bueno y malos, fue el gran deseo de Jesús.
Y este salto es el que estamos invitados a dar, si queremos integrar toda nuestra vida desde Dios, para acceder así a su misterio. En esta forma, la fe no desprecia lo material, sino lo transforma en trampolín para acceder a lo más importante de la vida, a la vida verdadera en el Espíritu. El problema es que este salto de alguna manera implica abandonar nuestras seguridades, es abandonarnos al vacío, es soltar las amarras que, a final de cuentas, ni siquiera pueden satisfacer la densidad y profundidad de lo que somos y queremos.
La primera lectura del libro de Josué, toca el mismo problema. El pueblo de Israel ha experimentado en carne propia cómo Yahvé los ha liberado y llevado a la tierra prometida; pero pronto se olvidan de eso y se van con otros dioses. Entonces, Josué los interpela con toda claridad: “Si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quién quieren servir…”
De nuevo, se repite el problema de quedarse en lo inmediato. Prefirieron los ídolos materiales, al Dios de la vida. Sin embargo, los israelitas, al recordar la liberación de Egipto, volvieron a reorientar su camino: “Lejos de nosotros abandonar al Señor…, porque Él es nuestro Dios”.
En el Evangelio, sólo los 12 responden así. Pedro toma la palabra, ante la pregunta que hace Jesús de si también ellos lo van a abandonar. “Señor –le dice-, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

El seguimiento de Jesús implica muchas oscuridades y situaciones difíciles de comprender; pero ahí es donde la fe ha de estar presente; ahí es donde estamos llamados a dar el salto y seguir apostando por la vida verdadera para nuestras sociedades asfixiadas por el poder y el dinero. Apostar por el “Espíritu”, por una vida integrada desde Dios, es el reto que nos plantea el seguimiento de Jesús.

domingo, 16 de agosto de 2015

20° domingo Ordinario; Agosto 16 del 2015

Proverbios 91-6; Salmo 33; Efesios 515-20; Juan 651-58
La liturgia de este domingo da continuidad al tema del banquete eucarístico. Jesús se vuelve a ofrecer como alimento indispensable para la vida del ser humano.
Por un lado está la claridad y radicalidad con la que Jesús se pone como condición indispensable para que la humanidad tenga vida, vida verdadera. Sólo aquel que coma y beba su sangre tendrá vida eterna, pues Él mismo “lo resucitará en el último día”. La insistencia retoma la importancia de la “piedra angular” –como Jesús se concibió a sí mismo- para descubrir lo esencial del sentido de esta vida. No hay otro camino para realizarse como ser humano, para encontrar el sentido profundo de la vida y no andar deambulando sin rumbo, que hacerse uno con Jesús. Y, de la misma forma, no hay otra manera de hacerlo, que comulgar con Él; que entrar en la unidad más profunda que el ser humano puede tener con otra realidad que es asimilarla como alimento, como el cuerpo asimila la comida y la bebida. Esa es la clave radical para ingresar a la dimensión salvadora de Jesucristo.
Y a esta luz, es fácil comprender otra de las formulaciones del evangelio que redundan en la misma idea de fondo. Jesús nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. La centralidad del seguidor y del creyente está en hacerse uno con Él. Esta “verdad” de Jesús es el único “camino” que nos llevará a la “vida”.
De ahí que la insistencia de Jesús no se queda sólo en seguirlo, en conocer sus propuestas, en construir el Reino como Él lo iba haciendo; sino –además, y casi se podría decir “prioritariamente”- en el banquete eucarístico, en el momento en que participamos de su cuerpo y de su sangre a través del pan y del vino. La vida cristiana no tiene sentido, si no nos hemos “hecho uno” con Jesús. Y de ahí, entonces, hacer el Reino y realizar las obras que Jesús hacía; pero no antes.
Ahora bien, ¿por qué la importancia de esta postura de Jesús? Justo por lo que dice a continuación: el que come la carne y bebe la sangre de Jesús, permanece en Él; y Él, en esa persona. Pero resulta que Jesús no va por su cuenta, sino que ha sido enviado por su Padre, que es “quien posee la vida”. De forma que Jesús “vive por Él”. El Padre, que es el autor de la vida en toda su plenitud, se la participa a Jesús; y Él nos la participa en la medida en que seamos uno con Él. Jesús vive por el Padre, y nosotros vivimos por Jesús. Así, teniendo la vida del mismo Dios, la vida del Padre a través de Jesús, entonces estamos ya gozando de la plenitud; estamos viviendo como resucitados.
Pero entonces, como cristianos, tenemos que responder a este regalo maravilloso; tenemos que prepararnos, poner de nuestra parte lo que nos toca. Es justo a lo que nos incitan las dos primeras lecturas.
El libro de los Proverbios nos invita a un banquete que ha preparado “la Sabiduría” (Dios mismo), y para convidar dice lo siguiente: el que sea “sencillo” que venga; pero al falto de juicio le dice: “dejen su ignorancia y vivirán; avancen por el camino de la prudencia”. Acceder al banquete implica ser “sencillo”, “prudente”; y el que no es así, es que es un “ignorante”. Es quien, a pesar de toda la inteligencia y conocimientos que pueda tener, ha perdido el rumbo de la vida. Incluso insinúa que para entrar al banquete, no nos podemos dejar llevar por la soberbia ni por la osadía de quien cree saberlo todo y no necesita del otro, de Jesús, de su cuerpo y de su sangre.
San Pablo reafirma lo mismo: no nos podemos comportar como “insensatos”, sino que hemos de ser “prudentes”. Tampoco podemos ser “irreflexivos”, pues así no podremos “entender… la voluntad de Dios”. El círculo se cierra: los insensatos, orgullosos, irreflexivos…, no son capaces de descubrir la vida que hay en Dios y que es la única que en Jesucristo nos mantiene en la plenitud. Y esto es lógico: la soberbia ciega y obnubila la inteligencia; nos hace creer que solos podremos llegar a la vida, que no necesitamos fincarnos en Dios, en el Padre, en Jesucristo.
También, San Pablo nos exhorta a no embriagarnos que, en un sentido figurado, es lo que hace el orgullo con nosotros. Nos embriaga de poder, éxito, riquezas, fama, y lo que parece llevarnos al a felicidad, sólo es el camino de la perdición, pues nos hace vivir separados de Dios.

Su argumentación final para que vivamos desde la “prudencia” es que “los tiempos son malos”. Vivimos inmersos en una gran marea de atracciones mundanas que nos embriagan, nos marean y nos apartan de Jesús como “camino, verdad y vida”. Sólo quien es prudente, quien no se deja llevar por las falsas invitaciones de este mundo capitalista, podrá acceder a la vida que está oculta en Dios, pero que se ha manifestado en Jesús.

Editorial, La Jornada, "Norberto Rivera se aleja más de Francisco"; Bernardo Barranco V.; Agosto 2015


Mientras el papa Francisco lidia con los grupos conservadores en Roma que se oponen a sus reformas, los obispos mexicanos parecen dormir el sueño de los justos. Mientras el papa argentino abre con audacia nuevas agendas en torno a la justicia social, los pobres, la ecología, los derechos humanos, los obispos mexicanos no quieren salir de su zona de confort. En un reportaje que aparece en la revista National Geographic de agosto se resume la disyuntiva del actual pontífice de la siguiente manera: ¿Cambiará el Papa al Vaticano o el Vaticano cambiará de Papa?, incluso los autores, Robert Draper y Dave Yoder, resaltan los peligros que corre la vida de Francisco al desafiar a los radicales conservadores con sus reformas. Los obispos mexicanos, en contraste, son lentos y parsimoniosos, parecen no inmutarse a los tiempos de cambio que convoca el Papa, no corren prisa, parecen resistentes a abrirse al llamado pastoral que Bergoglio aclama: los obispos deben abrirse a los reclamos, vidas concretas y expectativas que viven las personas de hoy. Siguen contentos con las inercias de la agenda moral que reivindica los valores tradicionales de la Iglesia.
Ejemplo claro de esta brecha entre el Papa y los obispos mexicanos la encontramos en el cardenal Norberto Rivera, quien acaba de cumplir 20 años al frente de la arquidiócesis más grande del mundo. Su festejo fue austero y casi inadvertido. Y no fue por modestia, sino porque había poco que celebrar, ya que su balance es muy pobre y mediocre. La caída de fieles en la zona metropolitana es el doble del promedio nacional, según el censo de 2010. Rivera no acaba de entender, sea por opción política pastoral o negligencia, las reformas y nuevas actitudes que demanda el papa Francisco. Rivera recibe una arquidiócesis en 1995 mucho más dinámica y participativa de la que es hoy. Había un esfuerzo colectivo de diagnóstico y planes de trabajo realizados en el segundo sínodo de la arquidiócesis de México que indicaba rutas e hipótesis de intervención pastoral. Por supuesto éstos fueron echados por la borda. Rivera –muy arropado por Maciel, los legionarios, el nuncio Prigione, Sodano y López Trujillo– en Roma emprende iniciativas que serán sus atracciones: el dinero y el poder. Arrebata la Basílica a Guillermo Schulenburg, caja chica; aspira a cobrar el copyrightde la Virgen de Guadalupe y disputa con el nuncio Justo Mullor, para vergüenza de muchos católicos, las regalías y ganancias de la penúltima visita de Juan Pablo II a México, que Sabritas comercializó con las papas del Papa. Los 20 años del cardenal Rivera dan para escribir un libro. Sin embargo, el cardenal acaba de pronunciar una homilía que es una pieza desconcertante de anacronismo que quiere disfrazarse con un barniz de derechos humanos y una supuesta defensa de la condición de la mujer. En su homilía del pasado 2 de agosto, el cardenal sostiene que la mujer, que está llamada a ser, por dignidad y vocación natural, madre, esposa y colaboradora del desarrollo de la sociedad. Cuántas veces la sociedad se estructura de tal manera, que la mujer se ve obligada a tener que salir, contra su voluntad, a realizar trabajos que la apartan de la dedicación que debería tener hacia sus hijos. Y arremete contra las reivindicaciones feministas, diciendo: El problema principal en todo esto es que el trabajo en el hogar no goza de estima y reconocimiento, por el simple hecho de que no es pragmáticamente remunerativo o productivo para los criterios de la sociedad. En cuántas ocasiones una supuesta liberación de la mujer no hace otra cosa sino reducirla a una pieza productiva más dentro del mecanismo de desarrollo de la sociedad. Las consecuencias, por tanto, son el deterioro de la familia, la mala educación de los hijos y por ello repercusiones sociales, continúa el cardenal Rivera: Todo esto nos hace ver que los reales costos sociales del trabajo obligado de la mujer fuera del hogar, son muy altos, pues conducen a una sociedad quizá más rentable mecánicamente, pero menos productiva humanamente. La conclusión del prelado se deduce: las mujeres deben regresar al hogar para salvar la familia, los hijos y la sociedad; por tanto, es necesario respetar el papel de la mujer en su dimensión conyugal y materna, no sólo en su dimensión productiva y monetaria. Sólo así, dice Rivera, estaremos respetando lo que es la mujer en verdad, descubriendo el significado original e insustituible del trabajo de la casa y la educación de los hijos; sólo así la estaremos viendo más desde la óptica de quien hizo a la mujer, desde la óptica de Dios. Y el cardenal remata: “Ningún programa de ‘igualdad de derechos’ del hombre y la mujer es válido, si no se tiene en cuenta la realidad más profunda de lo que significa ser madre en la mujer. Cuántas veces una supuesta liberación de la mujer no hace otra cosa sino reducirla a una pieza productiva más”.
Como era de esperarse, la postura de Norberto Rivera ha propiciado muchas reacciones adversas entre las mujeres y colectivos feministas. Para la diputada federal Lilia Aguilar Gil, la postura de Rivera tiende a alterar la igualdad entre las personas, viola el respeto a los derechos de la mujer y dificulta su participación en la sociedad, por lo que presentó un punto de acuerdo para que la Comisión Permanente exhorte al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación a investigar las afirmaciones del clérigo y determine si las declaraciones vertidas por el cardenal constituyen actos discriminatorios y las medidas correspondientes en caso de hallar un acto discriminatorio.
Mientras Bergoglio en Roma pugna por una Iglesia más compasiva y flexible ante el próximo Sínodo para la Familia, Norberto Rivera endurece su postura sobre el rol tradicional de la mujer. El cardenal no es el único, muchos obispos mexicanos están a años luz de las reformas insinuadas por Francisco. Caray: qué lejos estamos de Dios y qué cerca tenemos a los obispos mexicanos.


Discurso del Papa Francisco en El Quinche Quito – 8 de julio del 2015.

Texto íntegro del discurso del Papa Francisco en el Santuario de la Virgen del Quinche, Ecuador:
Buenos días hermanos y hermanas:
En estos dos días, 48 horas que estuve en contacto con ustedes noté que había algo raro, perdón, algo raro en el pueblo ecuatoriano, todos los lugares donde voy, siempre el recibimiento es alegre, contento, cordial, religioso, piadoso, en todo lado, pero acá había en la piedad en el modo, por ejemplo, pedir la bendición desde el más viejo hasta la wawa, que lo primero que aprende es hacer así (manos juntas) había algo distinto, yo también tuve la tentación como el Obispo de Sucumbíos de preguntar ¿cuál es la receta de este pueblo? ¿Cuál es, no? y me daba vuelta en la cabeza y rezaba. Le pregunté a Jesús varias veces en la oración, qué tiene este pueblo, de distinto. Esta mañana orando se me impuso aquella consagración al Sagrado Corazón.
Pienso que se los debo decir, como un mensaje de Jesús. Todo esto de riqueza que tienen ustedes, de riqueza espiritual, de piedad, de profundidad, vienen de haber tenido la valentía, porque fueron momentos muy difíciles, la valentía de consagrar la Nación al Corazón de Cristo, ese Corazón Divino y humano que nos quiere tanto y yo lo noto un poco con eso, divino y humano seguro que son pecadores, yo también, pero el Señor perdona todo y, custodien eso. Y después, pocos años después, la consagración al corazón de María, no olviden, esa consagración es un hito en la historia del pueblo de Ecuador y de esa consagración siento como que le viene esa gracia que tienen ustedes, esa piedad, esa cosa que los hace distintos.
Hoy tengo que hablarles a los sacerdotes, a los seminaristas a las religiosas, a los religiosos y decirles algo, tengo un discurso preparado pero no tengo ganas de leer, así que se lo doy al presidente de la conferencia de religiosos para que lo haga público después y pensaba en la Virgen, pensaba en María. Dos palabras de María, acá me está fallando la memoria pero no sé si dijo alguna otra ¿eh? Hágase en mí, bueno sí, pidió explicaciones, de que porqué la elegían a ella al ángel ahí, ese hágase en mí. Y otra palabra, hagan lo que él les diga. María no protagonizó nada, “discipuleó” toda su vida.
La primera discípula de su Hijo y tenía consciencia de que todo lo que ella había traído al mundo era pura gratuidad de Dios, consciencia de gratuidad. Por eso, hágase, hagan que se manifieste la gratuidad de Dios, religiosos, religiosas sacerdotes, seminaristas, todos los días vuelvan, hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los eligió. Ustedes no pagaron entrada, para entrar al seminario, para entrar a la vida religiosa. No se lo merecieron. Si algún religioso, sacerdote o seminarista o monja que hay aquí cree que se lo mereció que levante la mano. Todo gratuito. Y toda la vida de un religioso, de una religiosa, de un sacerdote y de un seminarista que va por ese camino y bueno, ya que estamos digamos, y de los obispos, tiene que ir por este camino de la gratuidad, volver todos los días Señor hoy hice esto, me salió bien esto, tuve esta dificultad, todo esto, pero todo viene de Dios, todo es gratis. Esa gratuidad, somos objeto de gratuidad de Dios.
Si olvidamos esto lentamente nos vamos haciendo importantes, y mirá vos ¿eh? qué obras que está haciendo o mirá vos a este, lo hicieron obispo de tal lugar, qué importante, o a este lo hicieron monseñor o a este… y ahí lentamente nos vamos apartando de esto que es la base, de lo que María nunca se apartó, la gratuidad de Dios. Un consejo de hermano, todos los días, en la noche quizás es lo mejor, antes de irse a dormir, una mirada a Jesús y decirle: “Todo me lo diste gratis” Y volverse a situar, entonces cuando me cambian de destino o cuando hay una dificultad no pataleo porque todo es gratis no merezco nada, eso hizo María.
San Juan Pablo II en la Redemptoris Mater y les recomiendo que la lean, sí agárrenla, léanla, es verdad, el Papa San Juan Pablo II tenía un estilo de pensamiento circular, profesor, era un hombre de Dios, entonces hay que leerla varias veces para sacarle todo el jugo que tiene y dice que quizás María, no recuerdo bien la frase, estoy citando o quiero citar el hecho, en el momento de la cruz de su fidelidad, hubiera tenido ganas de decir ¿y Éste me dijeron que iba a salvar a Israel? ¡Me engañaron! no lo dijo ni se permitió decirlo, porque era la mujer que sabía que todo lo había recibido gratuitamente. Consejo de hermano y de padre, todas las noches resitúense en la gratuidad y digan hágase, gracias porque todo me lo diste Vos.
Francisco se despide de los obispos presentes en su último encuentro en el Santuario de la Virgen del Quinche. Foto: Andes.
Una segunda cosa que les quisiera decir es que cuiden la salud, pero sobre todo cuiden de no caer en una enfermedad, una enfermedad que es media peligrosa o del todo peligrosa para lo que el Señor nos llamó gratuitamente a seguirlo o a servirlo. No caigan en el Alzheimer espiritual, no pierdan la memoria, sobre todo, la memoria de donde me sacaron. La escena esa del profeta Samuel donde es enviado a ungir al rey de Israel, va a Belén a la casa de un señor que se llama Jesé que tiene 7 u 8 hijos y Dios  le dice que entre esos hijos va a estar el rey. Claro, los ve y dice debe ser este porque el mayor era alto grande, apuesto, parecía valiente y Dios le dice “no, no es ese” la mirada de Dios es distinta a la de los hombres y así los hace pasar a todos los hijos y Dios le dice, “no, no es” No sabe qué hacer el profeta entonces le pregunta al padre: “Ché, ¿no tenés otro?” Y le dice: “Sí, está el más chico ahí cuidando las cabras o las ovejas” “Mandalo llamar” y viene el mocosito que tendría 17, 18 años no sé y Dios le dice: “ese es” Lo sacaron detrás del rebaño.
Y otro profeta cuando Dios le dice que haga ciertas cosas como profeta ¿y yo quién soy? si a mí me sacaron de detrás del rebaño. No se olviden de dónde los sacaron no renieguen las raíces.
San Pablo se ve que intuía este peligro de perder la memoria y a su hijo más querido, el obispo Timoteo a quien él ordenó le da consejos pastorales, pero hay uno que toca el corazón. Le dice: No te olvides de la fe que tenía tu abuela y tu madre. Es decir: no te olvides de donde te sacaron, no te olvides de tus raíces, no te sientas promovido. La gratuidad es una gracia que no puede convivir con la promoción y cuando un sacerdote, un seminarista, un religioso, una religiosa entra en carrera, no digo mal, carrera humana empieza a enfermarse de Alzheimer espiritual y empieza a perder la memoria de donde me sacaron.
Dos principios para ustedes sacerdotes, consagrados y consagradas: Todos los días renueven el sentimiento de que todo es gratis el sentimiento de gratuidad de la elección de cada uno de ustedes, ninguno la merecimos y pidan la gracia de no perder la memoria de no sentirse más importante y es muy triste cuando uno ve a un sacerdote, a un consagrado o a una consagrada que en su casa hablaba el dialecto, o hablaba otra lengua, una de esas nobles lenguas antiguas que tienen los pueblos, que Ecuador cuántas tiene y es muy triste cuando se olvidan de la lengua, es muy triste cuando no quieren hablar, eso significa que se olvidaron de donde lo sacaron. No se olviden de eso. Pidan esa gracia de la memoria. Son los dos principios que sí que quisiera marcar
Y esos dos principios si los viven, todos los días ¿eh? es un trabajo de todos los días. Todas las noches recordar estos dos principios y pedir la gracia. Esos dos principios si los viven, les van a dar en la vida, los van a hacer vivir con dos actitudes. Primero el servicio. Dios me eligió, me sacó para qué, para servir. Y el servicio quien es peculiar a mí. “No, que tengo mi tiempo, que tengo mis cosas, que tengo esto, que no, que ya cierro el despacho, que esto, que sí, que tendría que bendecir la casa pero, no, estoy cansado, hoy pasan una telenovela linda por televisión, entonces, para las monjitas… y entonces servicio, servir, servir y no hacer otra cosa y servir cuando estamos cansados y servir cuando la gente nos harta, me decía un viejo cura que fue toda su vida profesor en colegios y universidad, enseñaba literatura, letras, un genio. Cuando se jubiló le pidió al provincial que lo mandara a un barrio pobre a un barrio, esos barrios que se forman de gente que viene que migran buscando trabajo. Gente muy sencilla. Este religioso una vez por semana iba a su comunidad. Y hablaba, era muy inteligente. La comunidad era una comunidad de Facultad de Teología, entonces hablaba con los otros curas de teología, al mismo nivel y pero un día le dice a uno ¿ustedes qué son?, ¿quién da el tratado de la Iglesia aquí? “profesor Tamayo”, “te faltan dos tesis”. El santo pueblo fiel de Dios es esencialmente olímpico, osea hace lo que quiere y ontológicamente hartante, y eso tiene mucha sabiduría porque quien va por el camino de servir tiene que dejarse hartar sin perder la paciencia porque está al servicio, ningún momento le pertenece, ningún momento le pertenece, estoy para servir, servir en lo que debo hacer, servir delante del sagrario, pidiendo por mi pueblo, pidiendo por mi trabajo por la gente que Dios me ha encomendado. Servicio, mezclarlo con lo de gratuidad y entonces aquello de Jesús: “lo que recibiste gratis, dalo gratis. Por favor, por favor. No cobren la gracia. Por favor, que nuestra pastoral sea gratuita y es tan feo cuando uno va perdiendo este sentido de la gratuidad y se transforma en sí hace cosas buenas pero ha perdido eso. Y lo segundo, la segunda actitud que se ve en un consagrado, en una consagrada en un sacerdote que vive esta gratuidad y esta memoria, estos dos principios que dije al principio: gratuidad y memoria es el gozo y la alegría. Y es un regalo de Jesús ese y es un regalo que Él da, que Él nos da si se lo pedimos y si no nos olvidamos de esas columnas de nuestra vida sacerdotal o religiosa que son el sentido de gratuidad renovado todos los días y no perder la memoria de donde nos sacaron.
Yo le deseo esto. Sí, Padre, usted nos habló que quizás la receta de nuestro pueblo era somos así por lo del Sagrado Corazón, sí, es verdad eso, pero yo les propongo otra receta que está en la misma línea, en la misma del Corazón de Jesús, sentido de la gratuidad. Él se hizo nada, se abajó, se humilló, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, pura gratuidad, sentido de la memoria, rezando los salmos hacemos memoria de las maravillas que hizo el Señor en nuestra vida.
Que el Señor les conceda esta gracia a todos, nos las conceda a todos los que estamos aquí y que siga, iba a decir premiando, y que siga bendiciendo a este pueblo ecuatoriano a quien ustedes tienen que servir y son llamados a servir, los siga bendiciendo con esa peculiaridad especial que yo noté desde el principio al llegar acá, que Jesús los bendiga y la Virgen los cuide.


Discurso del Papa Francisco en el Parque Samanes, Quito, Julio 8 del 2015

Texto íntegro del discurso del Papa Francisco en el Parque Samanes, Guayaquil, Ecuador:
El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar es el primer signo portentoso que se realiza en la narración del Evangelio de Juan. La preocupación de María, convertida en súplica a Jesús: «No tienen vino» le dijo y la referencia a «la hora» se comprenderá, después en los relatos de la Pasión. Está bien que sea así, porque eso nos permite ver el afán de Jesús por enseñar, acompañar, sanar y alegrar desde ese clamor de su madre: «No tienen vino».
Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, en amores fecundos y en amores alegres. Demos un lugar a María, «la madre» como lo dice el evangelista. Hagamos con ella, ahora, el itinerario de Caná.
María está atenta, atenta en esas bodas ya comenzadas, es solícita a las necesidades de los novios. No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace «ser hacia» los otros, tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar, la mala preparación de las bodas y como está atenta con su discreción se da cuenta de que falta el vino. El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no hay de ese vino. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, cuándo el amor se escurrió de su vida.
Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos. También la carencia de ese vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, de las enfermedades, de situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan. María no es una madre «reclamadora», tampoco es una suegra que vigila para solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María simplemente es madre!: Ahí está, atenta y solícita.
Es lindo escuchar esto, María es Madre, ¿se animan a decirlo todos juntos conmigo? ¡Vamos!: María es Madre. Otra vez: María es Madre, otra vez: María es Madre. Pero María, en ese momento que se percata que falta el vino acude con confianza a Jesús, esto significa que María reza. Va a Jesús, reza. No va al mayordomo; directamente le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. La respuesta que recibe parece desalentadora: «¿Qué podemos hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4). Pero, entre tanto, ya ha dejado el problema en las manos de Dios. Su apuro por las necesidades de los demás apresura la «hora» de Jesús. Y María es parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz.
Ella que supo «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura» (Evangelii gaudium, 286) y nos recibió como hijos cuando una espada le atravesaba el corazón, a su Hijo, Ella  nos enseña a dejar nuestras familias en manos de Dios; nos enseña a rezar, encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones también son preocupaciones de Dios.
Y rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, lo que nos agita o lo que nos falta a nosotros mismos y nos ayuda a ponernos en la piel de los otros, a ponernos en sus zapatos. La familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: que vive bajo el mismo techo y que comparte la vida y está necesitado.
El Papa Francisco oficia su primera misa en el Ecuador, en el Parque Samanes. Foto: El Telégrafo. El Papa Francisco oficia su primera misa en el Ecuador, en el Parque Samanes. Foto: El Telégrafo.
Y finalmente, María actúa. Las palabras «Hagan lo que Él les diga» (v. 5), dirigidas a los que servían, son una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús, que vino a servir y no a ser servido. El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos, por amor, servidores unos de otros.
En el seno de la familia, nadie es descartado, todos valen lo mismo, me acuerdo que una vez a mi mamá le preguntaron: ¿A cuál de sus cinco hijos (nosotros somos cinco hermanos), a cuál de sus cinco hijos quería más? Y ella dijo: “como los dedos, si me pinchan este, me duele lo mismo que si me pinchan este una madre quiere a sus hijos como son y en una familia los hermanos se quieren como son nadie es descartado, allí en la familia «se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y allí se aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño y nos peleamos, porque en toda familia hay peleas el problema es después pedir perdón.
Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, 213).
La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí mientras se puede, la familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos.
En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos, estos no son una forma de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos.  La familia también forma una pequeña Iglesia, la llamamos «Iglesia doméstica» que, junto con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina.
En la familia la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres se siente más cercano el amor de Dios.  Y en la familia y de esto todos somos testigos los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano y muchas veces no es el ideal, no es lo que soñamos, ni lo que «debería ser». Hay un detalle que nos tiene que hacer pensar: el vino nuevo ese vino tan nuevo que dice el Mayordomo en las bodas de Caná nace de las tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos habían dejado su pecado, nacen de lo peorcito porque «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20).
y en la familia de cada uno de nosotros y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil. Poco antes de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia, la Iglesia celebrará el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, para madurar un verdadero discernimiento espiritual y encontrar soluciones y ayudas concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la familia hoy debe afrontar. Les invito a intensificar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca impuro, el agua de las tinajas, nos escandalice o espante, Dios –haciéndolo pasar por su «hora»– lo pueda transformar en milagro.
La familia hoy necesita de este milagro. Y toda esta historia comenzó porque «no tenían vino», y todo se pudo hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle, no es menor el dato final: gustaron el mejor de los vinos. Y esa es la buena noticia: el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, lo más profundo y lo más bello para la familia está por venir.
Está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de cada día. El mejor de los vinos está en la esperanza, está por venir para cada persona que se arriesga al amor. Y en la familia hay que arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar. Y el mejor de los vinos está por venir aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario; el mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo.
Murmúrenlo hasta creérselo: el mejor vino está por venir. Murmúrenselo cada uno en su corazón: El mejor vino está por venir. Y susúrrenselo a los desesperados o a los desamorados. Tené Paciencia, tené esperanza, Hacé como María, rezá actuá, abrí tu corazón, porque el mejor vino va a venir.
Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos; Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas. Como María nos invita, hagamos «lo que el Señor nos diga», lo que Él nos diga y agradezcamos que en este nuestro tiempo y nuestra hora, el vino nuevo, el mejor, nos haga recuperar el gozo de ser familia, el gozo de vivir en familia. Que así sea.