domingo, 26 de febrero de 2017

8° Dom Ordinario; NO A LA IDOLATRÍA DEL DINERO ; José Antonio Pagola

26 de febrero del 2017
EL Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana.
La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.
Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.
Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.
“No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.
Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”.
“La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.
Como ha dicho él mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”.


Olvidado, el mensaje de Francisco en catedral; Bernardo Barranco V.

La Jornada, Miércoles 22 de febrero del 2017
Con motivo del primer aniversario de la visita del papa Francisco a México, en Ciudad Juárez se inauguró una estatua conmemorativa del pontífice de casi cinco metros de altura, ubicada en El Punto, a menos de 50 metros de la frontera con Estados Unidos. Allí estuvo Francisco rechazando los muros y proclamando los puentes entre ambas naciones y dignidad para los migrantes. Este ha sido uno de los signos visibles de una visita que pudo haber sido punto de partida para la renovación pastoral de la Iglesia católica. Los obispos mexicanos no han querido seguir las exhortaciones de Francisco para construir una Iglesia más evangélica y comprometida con su pueblo. Hasta ahora no hay iniciativa de envergadura conducente a tal renovación.
La visita del Papa a México, entre el 12 y el 17 de febrero de 2016, tuvo sus claroscuros. Muchas expectativas quedaron frustradas frente a señalamientos sociales genéricos. Sin embargo, era claro que el Papa no iba venir con discursos incendiarios ni a romper lanzas con el gobierno mexicano. Francisco decepcionó a los activistas de los derechos humanos por no haberse encontrado con los familiares de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, por no haber abordado con mayor firmeza los feminicidios ni haberse pronunciado en suelo mexicano sobre la pederastia clerical. En cambio fue notable la actitud de Francisco por encontrarse con el pueblo; especialmente destaca su encuentro con indígenas durante su visita a San Cristóbal de las Casas, Chiapas. En ese tenor, fue remarcable la reivindicación histórica de Samuel Ruiz, el Tatic, por su compromiso social por los pobres. Importante es destacar que sus principales críticas no fueran sociales ni políticas, sino eclesiales. Dichas críticas y señalamientos a la mayoría de los obispos han sido silenciadas como si nunca se hubieran dado. El discurso de catedral del 13 de febrero de 2016 debe quedar no sólo como pieza crítica de retórica clerical ni como regaño, sino como un programa de trabajo que los obispos no han acatado.
Probablemente el mensaje en la Catedral Metropolitana sea el discurso que se guarde en la memoria de esta visita, pero que por ahora los obispos parecen ignorar. Francisco puso en evidencia ante todo el país sus llamamientos hacia el episcopado mexicano. En su discurso trató de motivar, orientar y corregir a los obispos. El tono del pontífice argentino fue severo, pero dulce. La improvisación que hizo retrató muy bien el momento de los obispos: Esto no estaba preparado, pero se los digo porque me viene en este momento. Entonces exclamó: Si tienen que pelearse, peleen ¡pero como hombres! Como hombres de Dios. Si tienen que decir algo, díganlo a la cara, como hombres de Dios, que después van a rezar juntos, a discernir juntos y, si se pasaron de la raya, a pedirse perdón, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal. Los obispos, sorprendidos, guardaron silencio; algunos intercambiaban miradas, atónitos quedaron los cerca de 100 obispos por tan inusual amonestación. Sabían que era verdad que estaban desunidos en medio de guerritas clericales. El mensaje de Francisco a la Conferencia del Episcopado Mexicano es una pieza que merece ser analizada con detenimiento y profundidad. Es un discurso largo, de más de 4 mil 500 palabras, denso en referencias doctrinales, teológicas y pastorales. Tiene reconvenciones: “Sean, por tanto, obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los ‘carros y caballos’ de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la columna de fuego”.
Dentro de la imponente Catedral Metropolitana Francisco invita a los obispos a una conversión pastoral y al episcopado a ser un factor profético frente a temas como narcotráfico, migrantes, exclusión y, sobre todo, ser un referente de esperanza de los jóvenes. El Papa les pide a los obispos no refugiarse en condenas genéricas, sino tener coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana sin la cual todos seríamos desde el inicio derrotados por tal insidiosa amenaza. Sólo comenzando por las familias; acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando a las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, las comunidades políticas, las estructuras de seguridad; sólo así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas, sea la vida de quien muere como víctima, sea la de quien delante de Dios tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada. ¿Qué han hecho los obispos para construir lo que les pide Francisco? Ni un asomo de construir un cualificado proyecto pastoral.
Francisco recetó el repertorio de su teología pastoral, tratando de cimbrar la modorra y confort de los obispos mexicanos al sentenciarles: ¡Ay de ustedes si se duermen en los laureles! Por tanto, les suplica superar la tentación de la distancia del clericalismo, de la frialdad y de la indiferencia, del comportamiento triunfal y de la autorreferencialidad. Francisco sacudió una jerarquía conservadora y demasiado complaciente con los poderosos. El Papa de manera irónica refuta: La Iglesia no necesita de príncipes. Recomienda una comunidad humilde de testigos del señor. Una Iglesia con mayor comunión, pastores en comunión y unidad. México, y su vasta y multiforme Iglesia, tienen necesidad de obispos servidores y custodios de la unidad edificada sobre la palabra del Señor, alimentada con su cuerpo y guiada por su espíritu, que es el aliento vital de la Iglesia.

Francisco es penetrante en momentos, compasivo en otros; queda claro que el Papa reprueba la actitud estancada de los prelados mexicanos. Intenso sobre las condiciones de una pastoral profética de cercanía al sufrimiento del pueblo y de denuncia ante las injusticias, Francisco ha dibujado a los obispos mexicanos todo un programa de renovación y depuración. Me pregunto sobre la recepción de los prelados: ¿tendrán la humildad para reconocer los cuestionamientos que abordó Francisco? Hasta ahora sólo retórica perfumada al incienso del olvido. Salvo migrantes, los obispos padecen amnesia, como si las interpelaciones de catedral nunca se hubiesen planteado y ellos puedan seguir así en su zona de confort.

Una utopía mexicana; Ilán Semo

La Jornada, sábado 25 de febrero del 2017;  
Block de notas,
El municipio de Cuetzalan encierra uno de los parajes más bellos de la sierra de Puebla. Montañas, valles, riachuelos, plenos de vegetación, anuncian al visitante un lugar en el que se detienen los vértigos de la actualidad. Apenas existe el tráfico, la atmósfera es parsimoniosa, el turismo escaso y la vida gravita en torno a sus secretos interiores. La mayor parte de la población es nahua. Sus atardeceres son íntimos, el cielo todavía cuenta con estrellas y el ruido nocturno, no obstante la ciudad, proviene del follaje. En sus calles hay de todo: tiendas de abarrotes, fondas, sastrerías, tlapalerías… Pequeños y enjundiosos negocios donde no falta nada. Las grutas y la cascada atraen a turistas que se hospedan en hoteles modestos y honestos. El turismo familiar, se le llama aquí.
Pero lo épico de Cuetzalan, además de su larga historia de rebeliones y guerrillas, es el increíble cuidado de sí. Durante una década y media, la población y los poderes del pueblo –las asambleas, el cabildo, el ayuntamiento– han impedido el ingreso de las cadenas comerciales, las industrias mineras, los grandes hoteles, la Comisión Federal de Electricidad (CFE)… el huracán de las inversiones y, como se define hoy, de la infraestructura; es decir, el capital global. Sus pobladores están orgullosos de una fama que ya es incluso internacional: El primer pueblo que venció a Walmart.
En efecto, entre 2010 y 2012 asambleas multitudinarias de los pueblos originarios de la región lograron impedir que el consorcio internacional abriera una de sus filiales. También ganaron batallas contra la CFE, que pretendía instalar un cableado para fines industriales, y contra la cadena de hoteles Hyatt. El argumento es simple: La cascada es de todos y las fiestas del pueblo no son para turistas.
Al salir de Cuetzalan no puede uno dejar de imaginar la más anhelada de las utopías mexicanas actuales. ¿Qué pasaría si súbitamente los Starbucks, los Walmarts, los Home Depots y las plazas comerciales cerraran sus puertas y desaparecieran de nuestras ciudades? La respuesta de los economistas sería previsible: se perderían miles de empleos y fuentes de ingreso y crecimiento. ¿Pero realmente sería así? Tal vez surgirían en cada cuadra pequeñas tiendas de abarrotes a la medida de la vida cotidiana; la fonda o el restaurante de la esquina estarían administrados por una familia; cada cuatro o cinco cuadras una breve tlapalería y una papelería. Algunas panaderías, cada una con sus propias recetas. Con un transporte público más coherente, el tráfico disminuiría y la ciudad tal vez se volvería menos histérica. Acaso una librería en cada barrio y una biblioteca pública en cada parque.
Hace poco estuve en Uruguay. Y esa ha sido la fórmula de ese país para vivir mejor e hilvanar su tejido social, cerrando el paso al crimen y la violencia urbana. Cierto, son 3.5 millones de habitantes. Pero acaso esa sea la medida de lo gobernable en la era global. Un país podría dividir sus regiones en unidades de esa demografía. Pero no sólo se trata de Uruguay. Muchas ciudades de Italia y Grecia son hoy similares.
La guerra comercial y vivencial que ya está en marcha con Estados Unidos plantea no sólo la necesidad, sino sobre todo la posibilidad de repensar lo que sólo sucede al margen de la sociedad: ¿cómo organizar la vida de otra manera?
Salidas al régimen de excepción.- El otro laboratorio de lo que está por venir se encuentra acaso en el extremo opuesto del país, la frontera noroeste: Baja California. Durante varios meses, amplios sectores de la población han emprendido un movimiento social y político contra el gobernador Francisco Kiko Vega de la Madrid. En los últimos días de enero, en parte a raíz del gasolinazo, se llegaron a reunir 45 mil personas en la plaza cívica de Mexicali. Luchan no sólo para denunciar la corrupción y las redes de impunidad fincadas por las administraciones panistas, sino, en cierta manera, al igual que en Cuetzalan, por mejor calidad de vida. La actual Ley del Agua ha hecho posible la concentración del líquido en un “cártel del agua”, dejando los cultivos de los ejidatarios al desamparo. Las demandas del movimiento se han multiplicado: exigen cancelar las concesiones para un nuevo y peligroso basurero, el fin del remplacamiento, la revisión de los altísimos prediales… En suma, un esfuerzo de la ciudadanía por plantear las formas de gestión de la ciudad en su conjunto.
El 10 de febrero, el movimiento formuló una agenda política que merece un estudio detallado. Es una propuesta para modificar los órdenes principales de la representación pública: eliminar las prebendas a los partidos políticos; abolir el fuero al gobernador y los diputados; reducir el Congreso local, suprimiendo a los diputados plurinominales; y abrir la posibilidad de la revocación del mandato. En pocas palabras: retomar el programa de la democratización cancelado desde los años 90.

Las rupturas más severas en la historia política del país han comenzado invariablemente cuando se sacude el poder regional. Y es ahí donde acaso se está gestando la imaginación de cómo desplazar a la élite gobernante que hoy, después de tres décadas, muestra todos los síntomas del fin de una época.

8° domingo del Tiempo Ordinario; 26 de febrero del 2017, Homilía FFF

Isaías 4914-15; 312-13; Salmo 61; 1ª Corintios 41-5; Mateo 624-34

El evangelio de este domingo toca uno de los temas más fundamentales de la vida del cristiano: la confianza absoluta en Dios. La fuerza de la narración poética y su belleza, lo hacen todavía más consistente: ¿Para qué se preocupan por su vida, por el vestido, por la comida? Simplemente miren a su alrededor; vean las aves del cielo: no siembran, no cosechan, ni almacenan en sus graneros; y sin embargo “el Padre celestial las alimenta”.
Lo mismo sucede con el vestido; miren los lirios del campo que crecen, pero no trabajan ni hilan; y, sin embargo, Salomón con todo su esplendor jamás se llegó a vestir como uno de ellos; porque es Dios quien así los viste. ¿Por qué preocuparse, entonces, por el vestido?
Y la razón es evidente: la vida vale más que el alimento y el vestido. Y si Dios hace lo que hace por las aves y la hierba del campo, ¿qué no hará por nosotros que valemos mucho más que ellos? Porque además, no sólo se trata de ese aspecto del Dios del Antiguo Testamento que en ocasiones era vengador y justiciero; ahora Jesús nos habla del “Padre Celestial”; de “nuestro” Padre que está en los Cielos.
El razonamiento es lógico: en Dios tenemos el aliado más grande que pueda existir en toda la creación: ¿entonces por qué preocuparnos? Isaías lo refrenda: a veces decimos que el Señor nos ha abandonado, que nos tiene en el olvido; sin embargo –nos dice el Profeta- “¿puede acaso una madre olvidarse de sus criaturas hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas?” Y continúa: “Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti, dice el Señor Todopoderoso”. Eso mismo expresa el Salmo 61 de este domingo en el estribillo que repetimos: “Sólo en Dios he puesto mi confianza”.
¿Por qué entonces esta promesa en la que Dios es garantía del alimento y del vestido para nuestras vidas, no sucede en nuestras sociedades? Quizá porque sólo hemos tomado la parte que nos conviene y no hemos caído en la cuenta de las condiciones que el mismo Jesús subraya para que la promesa del “Padre Celestial” se haga realidad. Veamos:
Lo primero está dicho en el verso en el que está en el que está enmarcado el texto del abandono en la Providencia: “Nadie puede servir a dos amos…; no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”. Ahí hay una contradicción que echa por tierra la promesa de la que nos habla Jesús. Si nuestro “dios” es el dinero, entonces el Dios de Jesús no tiene cabida y la Promesa se estrella contra el suelo. El que sirve al dinero, destruye el plan de Dios.
Lo segundo es el tomar conciencia de nuestra propia realidad: no podemos vivir a un lado de Dios; no somos igual a Él; no somos más que creaturas. Nos dice Mateo, “¿quién de ustedes a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento”? Cuando nos olvidamos de Dios, nos creemos todopoderosos y entonces arruinamos su plan. Considerarse unos por encima de todos, no aceptar nuestro ser de creaturas, es el origen de la división y explotación en el mundo. Nos creemos dioses y así acomodamos nuestras vidas sin orden ni concierto; sin un parámetro de referencia a algo o a alguien que no sea nosotros mismos; nos convertimos en la propia ley y la acomodamos a nuestros intereses. No somos más que creaturas, pero tampoco menos; y eso implica un respeto también absoluto por el otro; pues cada uno, en como creatura, es hijo de Dios. De ahí la preocupación de Dios por nosotros y la invitación a hacer lo mismo que Él hace por sus hijos.
De otra forma lo menciona Pablo en la Segunda Lectura: tenemos que procurar que “todos nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios”. Es decir, en realidad no somos dueños de nada; sólo tenemos que administrar los bienes de la creación para los demás. Esa es la vocación a la que Dios nos ha llamado.
Nos dice, en tercer lugar, “no se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas”. Y ahí está una de las claves fundamentales: conocer a Dios; conocer al Dios de Jesús, al Dios del Reino. Eso nos ubica y ordena nuestras vidas. Nos hace no vivir ya para el dinero, no tener dos amos.
Finalmente, la conclusión nos evidencia la razón por la cual el proyecto de Dios no ha funcionado hasta ahora: el que conoce y cree en Dios, el que tiene su confianza puesta radicalmente en Él, el que no se inquieta pensando sólo en él mismo, entonces buscará “primero el Reino de Dios y su justicia”, pues así “todas esas cosas se les darán por añadidura”. Entonces, no nos tendremos que preocupar “por el día de mañana”.
Si buscamos el Reino y su justicia, si buscamos el bien común, si ponemos las necesidades del otro antes que las nuestras, entonces todos tendremos un vestido digno y una comida suficiente; entonces la promesa de Dios será realidad.