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Observatorio Eclesial
Este sábado concluyó en Roma la XIV Asamblea General del Sínodo de los Obispos, tras tres semanas de intensos y difíciles trabajos en lo que pudiéramos llamar el acontecimiento más importante de la Iglesia católica en los últimos 50 años, después del Concilio Vaticano II que justo este año (8 de diciembre) cumple medio siglo de haberse concluido.
Esta peculiar importancia no radica tanto en la
forma como en el fondo: aunque fue importante el carácter participativo con que
se llevó a cabo, con encuestas y reuniones previas cuyo objetivo era tomar en
cuenta a toda la comunidad eclesial y todas las comunidades eclesiales,
sobresale la recuperación del espíritu de sinodalidad en la iglesia, que no
significa otra cosa que hacer valer la voz de los obispos en igualdad de
condición con la voz del papa, quien dejará muy claro en algunas de sus
intervenciones durante el Sínodo que él está ahí como obispo de Roma y no de
todas las diócesis del mundo, abriendo la posibilidad a un diálogo eclesial
eficaz que no había ocurrido, decíamos, desde el Concilio Vaticano II.
Pero, hay que reconocerlo también, los resultados
de esta asamblea sinodal han sido demasiado pocos y menores en relación a las
grandes expectativas que se generaron en torno a él y respecto de un cambio
significativo de la doctrina y praxis eclesiales en torno a puntos sensibles
del tema de la familia: la comunión a divorciados vueltos a casar, el
reconocimiento de la diversidad de familias en la sociedad y la iglesia, y las raíces
socio-económicas (y no sólo morales) de la actual crisis de la otrora llamada
célula fundamental de la sociedad.
En su discurso al final de los trabajos sinodales
el papa Francisco ha dicho que los trabajos no han concluido, y también
reconocido que tampoco se han encontrado soluciones exhaustivas a todas las
dificultades y dudas que desafían y amenazan a la familia. Falta esperar su
exhortación apostólica para medir el alcance real de este acontecimiento, pero
es muy probable que los frutos más eficaces se den en las iglesias locales,
donde desde hace décadas viene ocurriendo lo que hasta ahora el sínodo ha
dejado sólo como una posibilidad: una pastoral de lo familiar que tome en
cuenta (sin satanizar) los grandes cambios socio-culturales que en el mundo se
estan dando y que afectan a la familia, y actúe en consecuencia no desde una
moral casuística, sino contextual y amorosa.
Por lo demás, más allá de posibles o imposibles
aplicaciones o avances eclesiales, la realización de la asamblea de los obispos
es reveladora por sí misma, ya que arroja un meridiano diagnóstico del estado
de saludo de la institución católica desde lo que se ha convertido últimamente
su más alto mecanismo de toma de decisiones: el sínodo. Más allá de un papa
progresista, abierto al cambio, está una iglesia que se debate entre el pasado
y el presente, entre la doctrina y la realidad, entre el anquilosamiento y el
ansia de renovación, entre la testarudez y el diálogo.
Podemos, pues, vaticinar que poco cambiará en el
discurso oficial católico sobre la familia y la sexualidad después de este
Sínodo, con la misma certeza que podemos decir que algo definitivamente
profundo está cambiando en las familias católicas, y que no puede ser ignorado
por una institución religiosa que asienta sus bases sobre ellas. La Relatio
Finalis emitida al final de estas tres semanas (4 al 25 de octubre) de trabajo
deja entrever al menos la conciencia que tienen los obispos de que dichos
cambios están aconteciendo, aunque no se atrevan a asumirlos y enfrentarlos,
más por miedo que por una auténtica certeza o fidelidad cristiana.
@ Observatorio Eclesial
Discurso completo del papa al término de los trabajos del Sínodo de los Obispos sobre la Familia
Relatio Finalis (Documento final) del Sínodo de los Obispos al papa Francisco [en italiano]
Discurso completo del papa al término de los trabajos del Sínodo de los Obispos sobre la Familia
Relatio Finalis (Documento final) del Sínodo de los Obispos al papa Francisco [en italiano]