La Jornada
9 de julio del 2016
Nochixtlán significó el fracaso de
la estrategia de negar el diálogo que por meses, y particularmente en las
últimas semanas, se planteó como la salida al conflicto magisterial. Ahora se
ensaya otro camino, pero tampoco ofrece perspectivas. La violencia institucional
de descalificar y amenazar a los maestros y luego llegar hasta un episodio en
que fuerzas armadas disparan a discreción con armas automáticas contra una
multitud hizo que, como en el caso de los 43, las demandas mostraran su validez
al ser asumidas como propias por comunidades y barrios y por amplios segmentos
magisteriales que durante décadas permanecieron silenciosos (Ciudad de México)
o que ni siquiera son cercanos a la CNTE (como Nuevo León). Al mismo tiempo,
cambió la percepción pública del conflicto. En retrospectiva, muchos ahora se
preguntan cómo es que no se advirtió a tiempo y cómo se permitió desde el
Estado mismo que se fuera tejiendo un discurso mediático y gubernamental tan
violento, como sustento de la aplicación de la reforma, discurso que además se
reforzó con la elocuencia de fotos en inserciones pagadas donde las autoridades
educativas aparecen acordando con jefes de la Gendarmería la logística de la
evaluación educativa, seguidas, más tarde, de las imágenes de violentos
enfrentamientos con los maestros en los centros de aplicación de los exámenes.
En esa ruta, Nochixtlán o
azarosamente cualquier otro lugar o calle de México era ya el lugar hacia donde
apuntaban las armas. Si los medios con la tolerancia y hasta el respaldo del
propio Estado, irresponsable y sistemáticamente crean un clima hostil contra un
grupo social en particular y además se involucra como parte de la estrategia al
sistema judicial, a las fuerzas armadas y a las radicales organizaciones
sociales conservadoras es probable que llegue pronto el momento de la sangre.
Todo esto, en abierta contradicción con la Ley General de Educación (artículo
74), que obliga al Estado a buscar que los medios de comunicación contribuyan a
los altos propósitos humanísticos que todavía hoy mantiene el artículo tercero
constitucional.
Lo que ahora presenciamos es la
nueva ruta gubernamental de manejo y contención del conflicto, no de solución.
Después de tres años de silencio, cuando no de apoyo incondicional a la
reforma, hoy se hace surgir al oficialista SNTE como intento por tener un
interlocutor moderado que aparezca como reivindicando las demandas del
movimiento. Para eso, el SNTE en desplegado (La Jornada 7/7/16) se opone a toda
visión o acción sancionadora o punitiva, declara que lucha por el respeto a
nuestros derechos como trabajadores de la educación, critica las evaluaciones
ya realizadas (aunque lo hace con una redacción tal que no las cancela y deja a
la libre interpretación si son o no punitivas). Reclutar al SNTE para que
retome sus históricas funciones corporativistas es, sin embargo, un recurso
riesgoso para el propio gobierno en estos tiempos de rebeldía. Frente a los
todavía muchos maestros escépticos del éxito de la protesta, el hecho de que
hasta el SNTE cuestione algo de la reforma, se suma a un rechazo ya
generalizado. Puede, incluso, darse, como ocurrió en algunas secciones en el
2010 con la evaluación universal, que los maestros rebasen y destituyan a sus
dirigencias por no ser ellos consistentes con sus planteamientos. Por otro
lado, el gobierno propone discutir el modelo educativo, algo que parecería
sintonizar con la demanda de la CNTE de crear un esquema distinto al actual.
Sin embargo, como la propuesta
gubernamental es discutirlo de manera independiente de la demanda por la
suspensión de la reforma, esto no resuelve sino entrampa una solución: no será
posible avanzar en lo sustancial de un modelo educativo distinto al de la SEP
si se mantiene la legalidad de una reforma que es profundamente autoritaria y
punitiva. ¿Qué modelo realmente alternativo a la propuesta neoliberal se puede
construir sobre la base de una evaluación punitiva, sanciones discrecionales,
despidos, el fin del normalismo y un clima general de temor? ¿Qué tipo de
formación pueden construir niños y adolescentes en estas escuelas? El intento
es fragmentar: lo educativo, en la SEP; lo normativo, en Gobernación; la
representación, en el SNTE.
Desde Nochixtlán saltó un relámpago
de indignación que ahora serpentea rápido por calles y plazas, y por primera
vez, toca de lleno a la Ciudad de México, a Monterrey y al enorme rescoldo de
tres años de protestas en una docena de estados. No es aconsejable desestimar
esa fuerza e intentar sustituir ahora las balas con el engaño. Lo que esa
fuerza espera es ver si es posible ofrecer un trato a campesinos y maestros
igual al que acaban de recibir, pronta y decisivamente, los empresarios.
Pervertir la función positiva que podría tener el diálogo (buscar
acercamientos, respetando y reconociendo las mutuas posiciones) es desaconsejable.
Cuando más mexicanos en más regiones del país se convenzan de que en el
gobierno no hay una real voluntad de resolver y al mismo tiempo vean que tienen
la fuerza para oponerse eficazmente, el panorama se volverá todavía más
complicado. Un diálogo verdadero es la ruta distinta y, realmente, la única.
*Rector de la UACM