La
Jornada, 1 de abril del 2017
Matar
al periodista es matar al inocente. En una pieza de literatura estadunidense,
el padre regala rifles de aire comprimido a sus hijos para que aprendan a
disparar, pero como sabe que comenzarán a tirar a los pájaros, aun dentro de su
ánimo belicista encuentra necesario hacer una recomendación: No maten al
ruiseñor, ése es inocente. Frente a las armas y la creciente colusión
narco-Estado, periodistas como Miroslava Breach están indefensos. Pero, además,
son radicalmente inocentes, porque de nada son culpables quienes con su oficio
muestran hasta qué punto gobiernos y policías están ahora en simbiosis con los
grandes corporativos de la droga, y tampoco culpables quienes tienen la calidad
ética suficiente para no entrar en componendas y lisonjear a los poderosos.
Son, además, indispensables, porque este escéptico y, al mismo tiempo, esperanzado
país, necesita saber a fondo cuáles son las circunstancias que lo están
determinando, para poder cambiar también radicalmente. Para la salud de una
república que quiera crecer vigorosa, se necesita un enorme sustrato de
personas bien informadas y crítica y políticamente reflexivas. Esta es una
tarea de quienes no son culpables de lo que ocurre en el país, pero quieren
cambiarlo.
Y
es precisamente en este espacio que, como proyecto, coinciden periodistas y
universitarios. El periodismo de fondo no consiste en producir notas como
información descontextualizada, entretener u orientar la opinión pública, sino
ofrecer desde la multiforme realidad cotidiana del país un material valiosísimo
para la reflexión de los mexicanos. Y la universidad no se define como una
fábrica de egresados o como la venta de investigaciones, cursos y servicios
culturales, sino un espacio donde, por medio de los jóvenes y no tan jóvenes
que acceden al conocimiento superior, la sociedad se vea a sí misma a través de
la lente de muy distintas disciplinas y profesiones.
Frente
al poder ambos grupos sociales sólo tienen la palabra, y por eso la
construcción de argumentos. Pero, al mismo tiempo, en ciertos brillantes
momentos que ocurren nunca se sabe cuándo, comparten el profundo poder que sólo
dan el conocimiento y la cultura. Y con eso aquí y allá han tumbado gobiernos,
creado instituciones y corrientes de pensamiento y abierto el paso a profundas
transformaciones sociales. Con eso se puede crear una fuerza como la que ahora
ha impedido que Ayotzinapa y el desgarramiento del país queden sumidos en el
silencio.
En
el caso de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), las palabras
de apoyo de muchos precisamente en los medios; una manifestación cultural en la
calle, con orquesta sinfónica, ensamble coral, grupos artísticos, y el
argumento contundente de lo que acordó la Cámara de Diputados, facilitaron que
la Secretaría de Educación Pública (SEP) se comprometiera firmemente a no
descontar un solo peso del subsidio federal otorgado por los diputados. Esta
excelente noticia permitió hacer un ofrecimiento mayor a nuestros trabajadores,
evitar una huelga de pronóstico reservado y eludir, así fuera momentáneamente,
una convergencia de fuerzas que, como ocurre casi constantemente, tienen en la
mira a esta institución. Momentáneamente, porque todavía sigue en pie el
recorte de recursos efectuado por la Asamblea Legislativa, a pesar de que pasa
por alto claramente la ley que mandata que su presupuesto nunca será menor que
el del año previo (Ley de la UACM, artículo 23). Legislación, por cierto,
aprobada por la misma asamblea.
El
descuento no sólo se mantiene, sino que, además, ahora se perfila a modo de
respuesta que el rector debe ser llamado a cuentas. Aunque la explicación que
da la diputada promotora es que se trata de una simple e inocente curiosidad,
no deja de llamar la atención que sea ella la protagonista de una campaña
constante contra la UACM y que uno de los argumentos para ir a la huelga era la
supuesta existencia de un enorme subejercicio, y ahora se quiere que este tema
sea retomado en la asamblea. Con el apoyo federal y del Gobierno de la ciudad,
la UACM ha obtenido recursos para un ambicioso plan de obras que está por
concluir, y de esos recursos se habla. ¿No se quiere que la UACM crezca? Llama
la atención también que el supuesto subejercicio fue uno de los argumentos para
inclinar a la huelga y ahora casualmente se pretenda insertar a la asamblea en
ese mismo tema. Desde hace años, sin embargo, como todos los titulares de
organismos públicos, la representación de la UACM acude a esa instancia
legislativa y en mesa de trabajo responde públicamente las innumerables
preguntas de los diputados. Sólo en una ocasión un organismo ha sido llamado
aparte, con dedicatoria especial, y fue precisamente la UACM, a finales de
2009. En contraste con lo que sucede en la asamblea, en el ámbito federal a
nuestro reclamo no se respondió enviándonos a comparecer a la Cámara de
Diputados, simplemente se resolvió. Finalmente, que en el centro de educación
superior del país, la Ciudad de México, el órgano legislativo que aprueba el presupuesto
no respete su propia legalidad y reduzca un presupuesto envía un pésimo mensaje
a los rectores y universitarios del país. ¿Qué partido asume la
responsabilidad?
*Rector
de la UACM