"Decidle a Don Pedro que lo llevo en el
corazón", Papa Francisco.
Lo que nadie puede negar es que Casaldáliga es un profeta. El último
profeta vivo. De la talla de Helder Cámara o de monseñor Romero, me atrevería a
decir. De hecho, fue el primero en profetizar y en canonizar a 'San Romero de
América' y elevarlo a los altares del pueblo latinoamericano, cuando las
autoridades vaticanas recelaban de él y le hacían pasar lo que el Papa llamó su
"doble martirio".
Santo, profeta y obispo de los pobres. De esos obispos con olor a oveja
como los llama el Papa. Y, además, lo fue siempre. Y en tiempos en que esa
forma de ser pastor no se llevaba. Incluso estaba muy mal vista. Tan mal vista
que, desde las alturas vaticanas, se le reprochaba, se le llamaba a capítulo,
se le marginaba y se le dejaba por imposible...allá, en su selva. Fue un obispo
del Vaticano II con todas las consecuencias. Al servicio de una Iglesia-pueblo
(de verdad, no sólo retóricamente) y de los más pobres de los pobres: indios,
negros, campesinos...
Un obispo sin mitra ni báculo. Bueno, sí: Su mitra, un sombrero
sertanejo; su báculo, un remo, su anillo, de tucum. Su casa siempre abierta
para cualquiera, su vida expuesta. Por la liberación de los suyos estuvo muchas
veces físicamente en peligro vital real. Quizás no lo matasen, porque, como
dice el salmo, los ángeles le protegieron, porque está tocado por el dedo del
Dios que escucha y le duele el clamor de su pueblo oprimido.
Un obispo único, especial, de la estirpe de los grandes obispos
latinaomericanos: Arns, Lorscheider, Cámara, Romero, Méndez Arceo, Samuel Ruiz,
Pironio, Angelelli, Gerardi, Proaño...Buena cosecha de mitrados sin mitra. De
los que nunca fueron funcionarios de lo sagrado, de los que se ganan el corazón
de la gente, de los que se entregan de verdad como el grano de trigo. De los
que permanecen.
Porque a Casaldáliga, a pesar de haber militado en la causa de los pobres
toda su vida, la militancia no lo cansó, no lo derribó. Ahí sigue, fiel a sus
causas, que, como siempre dice, "valen más que mi vida". Don Pedro
siempre estuvo en el mismo surco (el del Vaticano II), siempre aró con los
mismos bueyes (los de la teología de la liberación), siempre rezó con su
mística encarnada.
Porque, además de santo, profeta y obispo de los pobres, Casaldáliga es
un gran poeta. Un poeta místico. Un poeta que el mismísimo Leonardo Boff
compara nada menos que con San Juan de la Cruz. Sus poemas nos despiertan, nos
sacuden las entrañas, nos revuelven por dentro, nos elevan a Dios y nos lanzan
a la acción. Poesía mística para la acción.
Dom Pedro nos acompañó en el nacimiento de la CEB-CNP como tal en 1985. Él
nos acompañó aún en las zonas más peligrosas en la guerra de los años 85-89.
Siempre nos dio su mensaje sean Esperanzados y Esperanzadores. -
Aporte de la Mesa CEB de Profetismo y Compromiso Ciudadano.
Managua, Nicaragua.