Replantear la educación: UNESCO, Verano
2015
Resumen
Replantear la
educación: hacia un bien común mundial
Los cambios
del mundo actual
se caracterizan por niveles nuevos de complejidad y contradicción. Estos cambios generan
tensiones para las que la educación tiene que preparar a los individuos y las comunidades, capacitándolos para adaptarse y
responder. Esta publicación contribuye a replantear la educación y el aprendizaje en este contexto. Parte de una de las tareas principales que tiene encomendada la UNESCO como observatorio mundial de las transformaciones sociales
y tiene como objetivo fomentar los debates
públicos sobre políticas.
Es una llamada al diálogo entre todos los interesados. Se inspira en una concepción humanista de la educación
y el desarrollo, basada en el respeto a la vida y a la dignidad humana, la igualdad de derechos, la justicia social,
la diversidad cultural,
la solidaridad internacional y la responsabilidad compartida de un futuro sostenible. Éstos son los fundamentos de nuestra
humanidad común. El presente libro ahonda en la visión que presentaban dos publicaciones memorables de la UNESCO: Aprender a ser: la educación del futuro
(1972), el ' Informe Faure';
y La educación encierra
un tesoro (1996), el ' Informe
Delors'.
El desarrollo sostenible: una preocupación esencial
La
aspiración al desarrollo
sostenible exige que resolvamos problemas
y tensiones comunes
y que reconozcamos nuevos horizontes. El crecimiento económico
y la creación de riqueza
han reducido los índices mundiales de pobreza, pero en todo el mundo han aumentado
la vulnerabilidad, la desigualdad, la exclusión y la violencia
en el interior de las sociedades y entre éstas. Los modelos
insostenibles de producción económica y consumo
contribuyen
al calentamiento planetario, el deterioro del medio ambiente
y el recrudecimiento de las catástrofes
naturales. Además, aunque
los marcos de derechos
humanos internacionales se han fortalecido en los últimos decenios,
la aplicación y la protección de esas normas
sigue planteando grandes dificultades.
Por ejemplo,
pese al progresivo empoderamiento
de las mujeres gracias
a un mayor acceso a la educación, siguen teniendo que hacer frente a la discriminación en la vida
pública
y
en
el trabajo.
La violencia contra
las
mujeres
y
los
niños,
en
particular las niñas, sigue socavando esos derechos. Una vez más, al mismo
tiempo que el desarrollo tecnológico contribuye a una mayor interconexión y abre nuevas
vías para el intercambio, la cooperación y la solidaridad, asistimos a un incremento de la intolerancia cultural y religiosa, la movilización política y el conflicto motivados por la identidad.
La
educación tiene que encontrar los medios
de responder a estos desafíos,
tomando en consideración las numerosas cosmovisiones y los sistemas de conocimiento alternativos, así como nuevas
fronteras de la ciencia y la tecnología, por ejemplo, los avances de las neurociencias y las novedades
de la tecnología digital. Nunca
ha sido más urgente replantear la finalidad de la educación
y la organización del aprendizaje.
Reafirmar una visión humanista
de la educación
La
educación no puede resolver por sí sola todos los problemas del desarrollo, pero una visión
humanista y holística de la educación puede y debe contribuir a lograr un nuevo modelo de
desarrollo. En ese modelo, el crecimiento económico
ha de estar regido por el respeto
al medio ambiente
y la preocupación por la paz, la inclusión y la justicia social. Los principios éticos y morales
de una visión humanista del desarrollo se oponen a la
violencia, la intolerancia, la discriminación y la exclusión. Por lo que respecta a la educación
y la instrucción, suponen dejar atrás el utilitarismo y el economicismo de cortas miras
para integrar las dimensiones múltiples
de la existencia humana. Esta visión hace hincapié
en la inclusión de personas
que frecuentemente son discriminadas: mujeres y niñas, poblaciones autóctonas, personas
con
discapacidades, migrantes,
las personas mayores
y las poblaciones de países
afectados por un conflicto. Exige un planteamiento abierto
y flexible del aprendizaje, que debe extenderse tanto a lo largo como a lo ancho de la vida: un planteamiento que brinde a todos la oportunidad de realizar
su potencial con miras a un futuro sostenible y una existencia digna. Esta visión humanista
tiene consecuencias a la hora de definir
el contenido de la enseñanza
y las
pedagogías, así como la función que corresponde a maestros y otros educadores. Su importancia es aún mayor
a causa del rápido desarrollo de las nuevas
tecnologías, en particular las digitales.
La formulación de políticas a nivel local y mundial
en un mundo complejo
Los niveles cada vez más altos de complejidad social y económica
presentan diversos desafíos para la formulación de políticas en el mundo globalizado de hoy. La intensificación de la mundialización de la economía
produce modelos de crecimiento del subempleo, del desempleo juvenil
y del empleo precario. Aunque
las tendencias apuntan a una desconexión creciente entre la educación y el mundo
laboral, sometido a rápidos
cambios, también representan una oportunidad de reconsiderar el nexo entre la educación
y el desarrollo de la sociedad. Además, el aumento de la movilidad de estudiantes y trabajadores a través de las fronteras nacionales y los nuevos modelos de conocimiento y de
transferencia de aptitudes
requieren formas nuevas de
identidades y fomentar la conciencia y el sentido de responsabilidad de los demás en un mundo cada vez más interconectado y más interdependiente.
La ampliación del acceso a la educación en el mundo
entero en los últimos
decenios supone una carga mayor para la financiación pública.
Además, ha aumentado
en estos últimos años la demanda
de expresión en los asuntos
públicos y de participación de los agentes no estatales
en la educación, tanto en el plano nacional como mundial. Esta diversificación de alianzas está borrando las fronteras entre lo público y lo privado, lo que plantea problemas para una gobernanza democrática de la educación. En suma, es cada vez más
necesario reconciliar las aportaciones y las demandas de los tres reguladores del comportamiento
social: la sociedad, el estado
y el mercado.
Recontextualizar la educación y el conocimiento como bienes mundiales comunes.
A la vista de esta realidad
que cambia muy deprisa, tenemos que replantear
los principios normativos
que orientan la gobernanza de la educación: en particular, el derecho a la educación
y la noción de la educación como bien público. Solemos referirnos a la educación
como un derecho humano y como un bien público en el discurso de la educación internacional. Ahora bien, aunque
estos principios son relativamente aceptados
en
el nivel de
la
educación
básica,
no
hay
unanimidad
en
cuanto a su
aplicabilidad a la educación
y la capacitación post-básicas. El derecho a la educación y el principio de bien público, ¿se aplican
también a la educación
no formal y a la educación informal, menos o no institucionalizadas? Así pues,
la preocupación por el conocimiento, entendido como la información, el entendimiento, las habilidades, los valores y las actitudes que se adquieren
por medio del aprendizaje, es esencial en todo debate
sobre la finalidad
de la educación.
Los autores
proponen que sean considerados bienes comunes
tanto el conocimiento como la educación. Ello supone que la creación de conocimiento, así como su adquisición, validación y
utilización,
sean
comunes
a
todas
las
personas
como
parte de una empresa social colectiva. La noción de bien común nos permite
superar la influencia de la teoría socioeconómica individualista inherente a
la
noción
de
'bien público'; pues se
centra
en
un
proceso
participativo
a
la hora de definir
lo
que
es un bien común que tome en consideración la diversidad de contextos, conceptos de bienestar y ecosistemas de conocimiento. El conocimiento es un elemento
intrínseco del patrimonio común de la humanidad. Así pues, habida cuenta de la necesidad de un desarrollo sostenible en un mundo cada vez más interdependiente, la educación y el conocimiento deberían
considerarse bienes
comunes
mundiales.
Inspirado
en el valor de solidaridad que tiene
su fundamento en nuestra
humanidad común, el principio del conocimiento
y la educación como bienes comunes mundiales tiene consecuencias relacionadas con las funciones
y
las responsabilidades de los
distintos
interesados. Esta afirmación se
aplica
asimismo a
las
organizaciones internacionales como
la UNESCO, que tiene un observatorio mundial y una función normativa que la califican para fomentar y orientar un debate
mundial sobre las políticas públicas.
Consideraciones para el futuro
En el intento de reconciliar la finalidad de la educación
y la organización de la enseñanza como empresa social colectiva,
las
siguientes
preguntas
pueden
ser
los primeros pasos hacia el debate: los cuatro pilares de la educación, esto es, aprender
a conocer, hacer, ser
y
vivir
juntos
no
han
perdido
su
pertinencia,
pero
se
ven
amenazados
por la mundialización y el recrudecimiento de la política
de identidad nacional. ¿Qué
se puede hacer para fortalecerlos y revivificarlos? ¿Cómo
puede
responder
la
educación a los desafíos que representa
lograr
la
sostenibilidad
económica,
social
y
ambiental?
¿Cómo se puede armonizar una multiplicidad de cosmovisiones por medio de una visión humanista de la educación? ¿Cómo puede llevarse
a la práctica esa visión humanista mediante las políticas
y prácticas de la educación? ¿Qué consecuencias tiene la mundialización para las políticas
nacionales y la adopción de decisiones en la educación? ¿Cómo debería financiarse la educación? ¿Cuáles
son las consecuencias específicas para la formación,
la
capacitación,
la
evolución
y
el
mantenimiento
de
los docentes? ¿Qué consecuencias tiene para la educación la distinción entre los conceptos de bien privado,
bien público y bien común?
Es preciso
reunir a los distintos interesados con sus múltiples
puntos de vista para que compartan los
resultados de sus investigaciones y articulen
unos principios normativos como orientación de las políticas.
La UNESCO, en su calidad
de centro de reflexión intelectual, puede proporcionar la tribuna para ese debate
y ese diálogo, que mejorará
nuestro entendimiento de nuevos planteamientos
de
la
política y la administración de la educación, con el objetivo
de
sostener
a
la
humanidad y su
bienestar común.