REFORMA
29 de julio del 2018
Luis Rubio
El nuevo PRI
El gobierno saliente nunca entendió el México al que se
aprestaba a gobernar. No le importó que hubiera un México que ansiaba
incorporarse al mundo moderno y que avanzaba con celeridad a esa meta, y otro
México rezagado que no lograba romper las amarras del viejo sistema político y
los feudos, intereses y mafias que lo mantienen firmemente anclado en un
estadio insoportable. Sus reformas eran necesarias, pero no suficientes:
también hacía falta gobernar. Sus carencias crearon el entorno que hizo posible
a Andrés Manuel López Obrador.
La noción de un "nuevo" PRI que promulgaba a
diestra y siniestra no era otra cosa que el PRI más viejo y rezagado, ese que
se había negado a modernizarse, que se había opuesto a la primera ola de
reformas y que había vivido del statu quo, ese que ahora AMLO tiene en la mira.
El verdadero nuevo PRI es el que seguramente comenzaremos a ver en los próximos
tiempos: el que enarbola Morena, ahora ya sin tecnócratas o confusiones -ni
limitantes- ideológicas o pragmáticas. Un nuevo monopolio político, una nueva
hegemonía ideológica.
El proyecto de AMLO es fundacional: hacer tabula rasa de lo
existente para construir una plataforma que guíe el futuro del país. El modelo
se asemeja a lo planteado por Plutarco Elías Calles pero con una diferencia
medular: para aquel se trataba de un proyecto institucional, para AMLO el
objetivo es personal, construir un movimiento que abarque a todas las fuerzas
políticas, controle a la población y dé sustento político-ideológico a su
gobierno. Lo que AMLO llamó la "cuarta transformación" no es algo
etéreo: se trata de una reorganización política integral, mucho más grande y
ambiciosa que los tres próceres que él invoca como autores de las tres previas.
La pregunta es qué tan viable es un proyecto hegemónico de
esta naturaleza en el siglo XXI. Cuando Elías Calles plantea la creación de un
"país de instituciones", México se encontraba hundido en una ola de
violencia política, el gobierno contaba con poderes extraordinarios producto de
las circunstancias del momento y de la era específica: la información con que
contaba la población era filtrada por el gobierno, no existía ni siquiera la
televisión, para no hablar de Internet y el movimiento revolucionario había
acabado con todas las instancias públicas y privadas de alguna relevancia. En
una palabra, era un mundo que en absolutamente nada se parece al del día de
hoy.
Elías Calles convocó a los liderazgos relevantes de la época
y los sumó en una organización que serviría para darle forma al proyecto de
desarrollo que enarbolaban los ganadores de la gesta revolucionaria. AMLO llega
al gobierno de un país profundamente dividido y polarizado, sumamente
informado, inserto en un mundo de comunicaciones instantáneas y en el contexto
de poderes políticos, empresariales, financieros e internacionales que pesan y
que tienen capacidad de acción. El contexto es absolutamente distinto, pero
también las personas.
En contraste con Elías Calles, el proyecto de AMLO es esencialmente
personal. No afirmo esto en sentido negativo: su visión es la de corregir o
desmantelar lo que, desde su perspectiva, constituye el proyecto modernizador
de las últimas cuatro décadas. En lugar de construcción de nuevas
instituciones, el objetivo es sustentar una visión personal para darle
viabilidad política. Su proyecto no entraña la construcción de un nuevo marco
institucional, sino la reorientación de las políticas púbicas. La insistencia
de las últimas semanas de la campaña de ampliar el voto hacia sus candidatos
para el Congreso y las gubernaturas revela el verdadero proyecto: ir ocupando
todos los puestos e instancias políticas para, desde ahí, lanzar el asalto al
proyecto modernizador.
El modelo no es el de Alonso Quijano, el Quijote, pero tiene
mucho de ello: ir contra las instancias de poder -político, económico,
sindical, civil- no para destruirlas sino para someterlas. En lugar de Sancho,
está Morena, cuyo objetivo será absorber al menos al PRI y regresar al proyecto
hegemónico "original" que emergió de la Revolución. Para eso es
imperativo llenar todos los espacios y controlar todos los resquicios de poder.
¿Qué tan lejos llevará su cruzada? A lo largo de la
contienda, se le acusó de ser chavista y querer instaurar un régimen permanente.
Pero AMLO no es Chávez: es un priista de los años sesenta que quiere regresar a
México a la era en que, desde su perspectiva, todo funcionaba bien: había
crecimiento, menos desigualdad y orden. El momento de quiebre llegará cuando su
visión choque con la compleja realidad de hoy y sea evidente que el costo de
implantarlo en el siglo XXI podría ser tan alto que produciría justamente lo
opuesto de lo que él pretende: crisis financiera, empobrecimiento y más
desigualdad.
AMLO no tiene un proyecto destructivo en mente, pero su
proyecto sí es incompatible con el mundo de hoy. Cuando ese choque resulte
evidente sabremos qué está dispuesto a hacer porque lo obligará a definirse:
hay mucho que podría lograr si se dedica a corregir los excesos y los vicios
del presente -y que planteó con absoluta claridad en su campaña, como
desigualdad, crecimiento patético e inseguridad- en lugar de tratar de echar el
reloj hacia atrás.