Juan Vicente
La Banca Vaticana acaba con
el secreto bancario y autoriza la repatriacion de capitales tras una operación
de limpieza...
Algunos pensaban que era un «pez
de abril», como se conocen en Italia las inocentadas que tradicionalmente
se gastan en el primer día de este mes. Sin embargo, el acuerdo de
transparencia fiscal firmado ayer por el responsable de Asuntos Exteriores de
la Santa Sede y el ministro de Finanzas de Italia es un paso muy serio: el
Vaticano ha dejado de ser un «paraíso fiscal».
La larga serie de escándalos
del Instituto para las Obras de la Religión (IOR), conocido
como Banca Vaticana, desde el reciclado de dinero de Cosa Nostra hasta los
casos más recientes de contrabando de divisas por monseñor Nunzio Scarano, ha
llegado a su fin por el único procedimiento para evitarlos. A partir de ahora,
el banco entregará automáticamente a la Hacienda italiana todos los datos de
las personas físicas, sociedades, diócesis, organizaciones católicas y órdenes
religiosas con residencia en Italia.
De los casi cinco mil empleados del
Vaticano, la gran mayoría son italianos. Sus sueldos seguirán exentos
de impuestos, pero ya no podrán utilizar el banco del Vaticano para evadir
los impuestos sobre ganancias de capital en cuentas bancarias, depósitos a
plazo fijo, etc. Como ha repetido el cardenal George Pell, nuevo secretario de
Economía del Vaticano, «la transparencia es la mejor medicina».
A partir de ahora ninguna persona
física ni jurídica residente en Italia podrá ser evasor fiscal. No solo eso: el
banco del Vaticano especificará el importe de las retenciones sobre intereses,
etc., de modo que se convierte en colaborador técnico del fisco, como todos los
bancos italianos.
Acuerdo
retroactivo
La consecuencia es que los pocos
clientes indeseables que todavía quedaban en el IOR, después de haber echado a
casi tres mil, se acabarán marchando.
A algunos se les ha puesto la piel
de gallina, pues el acuerdo es retroactivo: incluye el suministro de
todos los datos desde el 1 de enero de 2009, es decir, los últimos cinco años.
Según el comunicado hecho público ayer por el Vaticano, los interesados «podrán
acceder a un procedimiento simplificado para regularizar sus actividades».
El tecnicismo «procedimiento
simplificado» significa que se les aplicarán multas reducidas,
previstas en una ley italiana del 2014 para favorecer el regreso de capitales
al país. Es un sistema muy parecido al aplicado a los evasores fiscales en
Suiza, con muy buenos resultados.
La reforma
empezó en 2010
La reforma interna que ha llevado al
Vaticano dejar de ser un «paraíso fiscal» comenzó en el 2010 por orden de
Benedicto XVI, pero fue saboteada y ralentizada sistemáticamente por varios
altos prelados que facilitaban negocios poco claros a compatriotas italianos
con permiso para utilizar el Vaticano como banco «off shore».
La renuncia de Benedicto XVI en
febrero de 2013 y el mandato
de «hacer limpieza» encomendado al siguiente Papa en los debates del pre-cónclave
aportaron la «voluntad política» que se echaba en falta desde los años sesenta,
cuando estallaron los primeros escándalos.
Como no fueron atajados, la serie
continuó hasta llegar, en 1982, al de la quiebra fraudulenta del Banco
Ambrosiano de Milán, con su secuela de muertos en extrañas circunstancias.
El presidente, Roberto Calvi,
miembro de la logia masónica clandestina P2, se dio a la fuga, pero apareció
ahorcado bajo el puente Blackfriars de Londres. Su secretaria falleció al
tirarse o ser tirada por la ventana de la oficina. Michele Sindona, un extraño
enlace entre la mafia siciliana y el IOR, murió envenenado por cianuro en la
cárcel.
El banco del Vaticano (IOR),
dirigido entonces por el obispo americano Paul Marcinkus, había firmado
garantías a favor de actividades temerarias del Banco Ambrosiano, y terminó
pagando 406 millones de dólares a título de «contribución voluntaria», un
eufemismo que evitaba la palabra «indemnización» a las víctimas de la quiebra
fraudulenta.
El sucesor de Paul Marcinkus en la
presidencia del IOR fue, desde 1989 al 2009, el banquero italiano Ángelo
Caloia. Al parecer tampoco era trigo limpio pues el fiscal del Vaticano,
Giampiero Milano, inició el pasado mes de diciembre acciones penales contra él
y contra el director general del banco en aquella época, Lelio Scaletti. Se
les acusa de haber sustraído entre 50 y 60 millones de euros vendiendo
inmuebles del Vaticano por debajo de su precio a sociedades creadas por amigos
comunes.
Bonus de
25.000 euros
Benedicto XVI encargó al nuevo
presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi, hacer una limpieza pero, en cuanto
empezaba a poner orden, el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, forzó su
cese sin avisar al Papa.
Una de las primeras decisiones de
Francisco fue suprimir el «bonus» de 25.000 euros anuales que cobraban los cardenales
supervisores del IOR por un trabajo que no hacían. Ahora es un cargo sin
remuneración complementaria, como la mayoría de los puestos de supervisión en
la Curia vaticana. El nuevo presidente del consejo supervisor es el cardenal
español Santos Abril, especialista en poner orden y conocido por su eficacia.
Una historia
de escándalos
Connivencia con la mafia
En los años setenta, la mafia
siciliana utilizaba el Banco vaticano para lavar dinero, según confesaron
varios «arrepentidos» y confirmaron numerosas investigaciones realizadas.
Quiebra fraudulenta
En los ochenta, firmó garantías al
Banco Ambrosiano de Milán, y tuvo que pagar 406 millones de dólares por una
quiebra fraudulenta.
Pago de sobornos
En la primera década de este siglo,
el IOR fue utilizado para pagar sobornos a altos funcionarios italianos
encargados de administrar fondos públicos.
Contrabando de divisas
Al comienzo del pontificado de
Francisco, Nunzio Scarano, un monseñor del Vaticano utilizó el IOR para
contrabando de divisas por cuenta de armadores de Nápoles. Fue la última gota
que colmó el vaso.
Juan
Vicente - Ciudad del Vaticano
Agencias
/ ABC / R. y L.